El domingo pasado se verificó una evidencia más de la errada Reforma Judicial. Una participación raquítica, dentro de un procedimiento aberrante por complicado, dio al traste con la legitimación electoral de un Poder Judicial independiente. Me explico:

En primer lugar, toda la evidencia indica que existió una participación de entre el 11 y 12 por ciento del padrón electoral. Confieso que yo esperaba aún, una participación menor. Las grandes mayorías quedaron marginadas de dicha elección por diversas razones. Por una parte, las necesidades básicas de los más pobres como son alimentación, salud, educación, empleo y el acceso a programas sociales que se implementan para cubrir estas necesidades, no estuvieron en juego en esta elección.

Excepcionalmente, los más pobres se ven afectados directamente por el desarrollo de procedimientos judiciales. Ya sea como víctimas o como victimarios, los más pobres resienten los juicios penales, en el contexto de la violencia que se suscita en razón de los cinturones de la miseria urbana o rural. En términos estadísticos, esto afecta sólo a un pequeño porcentaje de la población. Sin embargo, ahí opera mucho del control social sobre la violencia económica de tipo urbano. Este no es un tema menor, y merece atención aparte. Sólo hay que remarcar que, fuera de la justicia penal y, en grado mínimo, el mundo de la pobreza no se ve afectado por otro tipo de justicias legales como la civil, mercantil, administrativa e inclusive la laboral. A este respecto, debiera abrirse una reflexión especial, la de la justicia por equidad. Es decir, la que atiende los asuntos de la convivencia cotidiana entre la gente de escasos recursos.

Además, un sesgo socioeconómico adicional operó sobre la exclusión del elector. Ya hemos señalado que las campañas fueron dispersas, discretas y confusas. En su gran mayoría sucedieron en las redes. Sólo el hecho de la elección tuvo algo de notoriedad en medios de comunicación masiva. En ningún momento se transparentó a través de éstos las diversas candidaturas que competían entre sí. Todo lo anterior tuvo como consecuencia que existiera un desinterés de la mayor parte de la ciudadanía con lo que estaba en juego.

Por si esto no fuera poco, el acto del sufragio fue confuso, poco amigable en cuanto, es decir, complicadísimo. Eso dio lugar a que se imprimieran manuales breves, o “acordeones” de por quién votar, según los aparatos que estuvieran movilizando a los electores. La existencia de estos manuales está bien documentada. Así, se encontraron “acordeones” de Morena a nivel nacional y local. Un análisis comparativo de dichos “acordeones” con los resultados finales de la votación, viene fortaleciendo la hipótesis que la participación del electorado fue propiciada por maquinarias partidistas o gubernamentales.

De lo anterior, se extrae una hipótesis de trabajo que puede quedar corroborada o desvirtuada por la evidencia que se viene produciendo a través del procesamiento de los resultados. El perfil del elector fue predominante de quien tiene relación con organizaciones políticas que, a su vez, fuera capaz de discernir cómo votar en un contexto electoral confuso. Es decir, la propia movilización de los electores fue complicada. No cualquiera calificó para estar en las cuadrillas. Otro tipo de elector intervino, el de protesta, que ante el desorden que implicó el diseño de esta elección, decidió participar anulando su voto. Algunas cifras acusan niveles de votos nulos muy superiores a los de una elección normal.

No hay prisa, en los próximos días se irán materializando evidencias que señalen cuáles fueron las fuerzas y en qué grado, participaron para explicar los resultados de la elección. Sólo cabe dibujar ahora que, si se confirma que las maquinarias electorales de partidos políticos o espacios gubernamentales fueron decisivas para la inducción del voto, esta jornada está tachada de una nulidad política y legal. Si dentro de las prohibiciones para ser electo en esta jornada, estuvo expresamente señalado la no vinculación a partidos políticos, el hecho de su intervención dominante echa por la borda la pretendida legitimidad del nuevo Poder Judicial. Lo dicho, todo confirma que este proceso no engañó a nadie, como el asaltante cuando roba.

Abogado

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