Las tormentas financieras recientes tienen como causa los arranques arbitrarios del presidente Trump. Para él, no tiene sentido ser el hombre más poderoso del occidente, si no puede hacer valer su poder en un momento dado. De lo que nos quejamos los mexicanos y con razón, es que pretende imponer su voluntad violentando las normas y los acuerdos que en su momento promovió y aceptó. Cuando el poderoso, por legítimo que sea, hace valer su voluntad contra toda ley, lo acusamos de caprichoso y tiránico. Hasta ahora se va sorteando el vendaval, pero no se ve nada claro el futuro inmediato. El 2 de abril puede ser fecha fatal en donde la amenaza postergada se vea verificada.

El Estado de Derecho ha sido tildado de pretexto para sostener privilegios. El hecho de invocar la ley para frenar y encauzar al poder cuando se expresa y manifiesta frente al más débil, no implica privilegio alguno. Es indiscutible que cuando el poder tiene razones e invoca valores para hacerse valer debe ser reconocido. En la democracia el poder es asignado para que se ejerza y cumpla con su función. “Mantener el orden, promover la libertad, la prosperidad y la equidad entre todos los miembros de la sociedad”. En ninguno de estos casos el poder se asigna para arrasar cobarde o caprichosamente a persona o interés legítimo alguno. Cuando acusamos a Trump de arbitrario es porque le exigimos el respeto a nuestra dignidad y a nuestra integridad como país. Sin embrago, también es tiempo de pregonar con el ejemplo.

El viejo aforisma atribuido a Juárez que dice: “El respeto al derecho ajeno es la paz”, es expresado por quien en su momento resiste a la invasión. Exige el respeto al derecho propio en la medida que garantiza el respeto al derecho ajeno. La soberanía nacional, es decir, el derecho de un país a ser reconocido por los otros países como igual y, por ende, digno de ser respetado, parte del mismo principio que obliga al poder político a respetar la soberanía personal y comunitaria de sus súbditos. Es absurdo y hasta cobarde exigir el respeto a la soberanía nacional para que el gobierno pueda abusar a sus anchas de los gobernados. Repito, el poder político tiene derecho a hacerse valer en tanto que respeta las reglas. A su vez, las reglas deben reconocer el derecho del poder político a sacar adelante el interés público y a subordinar (no a destruir) los intereses legítimos, particulares y colectivos, al interés nacional.

Los tratados deben ser respetados al mismo tiempo que los derechos del otro han de ser reconocidos. Trump y los republicanos tienen cierta razón cuando afirman que la vecindad obliga a México a no boicotear y atentar contra una migración ordenada en la frontera. A mí me hace todo el sentido que una política de puertas abiertas solo puede construirse cuando el resto de la casa es sólido y no permite invasión alguna. Los muros son útiles si las puertas pueden abrirse ordenadamente. Al final, una frontera es un espacio de intercambio. Sin embargo, esta lógica también opera en beneficio para que México se vea protegido del tráfico ilegal de armas que tantas muertes causan, tanto o más, que las que se atribuyen al fentanilo.

A su vez, la violencia debe ser contenida. Hoy se hacen actos de aplicación a la ley que pudieron haberse verificado hace años. Léase la extradición, vestida de expulsión de líderes de los cárteles, o también la persecución de los líderes violentos de aquéllas organizaciones criminales que expolian y humillan a las personas de paz y trabajo. Eso se lo debemos a los nuestros, pero también a nuestros vecinos. La delincuencia es un fenómeno dinámico que busca sacar ventaja de la debilidad y porosidad de las instituciones. Ya se vio que la política de abrazos y no balazos sólo debilitó a las instituciones de la república y no aportó un gramo de paz para la gente común y corriente. Por años, sólo se beneficiaron los líderes de cárteles que hasta hoy se ven perseguidos y, hoy, la descomposición que se promovió alcanza inclusive a estos sujetos. Demoler y debilitar a los órganos encargados del orden y la ley en el corto plazo le dan ventajas al poderoso. En el largo plazo, lo debilitan.

Ciertamente, son tiempos de prueba. La situación demanda unidad nacional frente a los actos arbitrarios del extranjero, como también exige unidad nacional contra los abusos de poder que se suscitan dentro del país.

Abogado

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Comentarios