Normalmente no es mi estilo, cuando hago estas colaboraciones, el dedicarme a hacer especulaciones. Sin embargo, la zozobra que produce ver el desorden y, francamente el desmadre (es decir, el salirse de madre), que impregnan los actos preparatorios de la elección judicial, me hacen imprescindible compartirles algunas de mis preocupaciones.

En primer lugar, es de notarse algunas campañas chuscas que pudieran dar lugar a la elección de juzgadores por las razones más banales. Por un lado, se observan fotos que manifiestamente presentan a una candidata mujer, fundamentalmente como “cuerpo atractivo”, o en otras, donde la alegoría sobre las capacidades del juez se equiparan a las de un chicharrón bien sazonado, o la emulación de personajes infantiles. Esto es un reflejo de la irracionalidad de un proceso en donde la estrechez del espacio comunicativo y la frivolidad electoral, son elementos claves para capturar la atención del público.

Este es un proceso electoral sin debate. Lo anterior es un absurdo porque refleja una competencia donde los actores no se comunican entre sí, ni se ven, ni se oyen. Es más, los candidatos no están visibilizados ante el elector. Simple y sencillamente nadie identifica a los que compiten. En la medida en que no son vistos ni son escuchados ,su mejor oportunidad es ampararse en ocurrencias mercadotécnicas.

En segundo lugar, la mecánica para sufragar es la más abigarrada en la historia de las elecciones del mundo. El elector tendrá que optar entre decenas de opciones que sólo se expresan como nombres en una boleta. No hay pedagogía al momento de emitir el voto. No se vincula al candidato con alguna tradición política o con una marca que tienda a identificar los principios e intereses que diferencien a una opción frente a otras. La atención en un momento dado se asienta sobre la percepción de diferencias. Competir significa dar razones por las cuales uno es mejor que otros. En una boleta donde todos son nombres y palabras, es imposible percibir opciones. Inclusive aquellos que están optando por recursos desesperados y caricaturescos, van a estar en problemas para que su nombre se identifique con sus payasadas.

En tercer lugar, los autores de la reforma establecieron toda una serie de limitaciones para buscar preservar “la integridad de la elección”. Se prohibió la publicidad pagada, el acceso a los medios de comunicación masiva, la financiación de las campañas, etc. Claro que éstas son condiciones que afectan a una elección, que la sesgan y que la pueden hacer inequitativa. La predominancia de una opción en los espacios públicos genera relegar la crítica, fomentar la propaganda (como información no verificable) y denostar a los contrarios. Obviamente estos son vicios, y su proscripción sólo refleja la hipocresía política de muchos. Es por ello, que esta es una elección deforme y uniforme. Deforme porque en ella no existe ni voz, ni imagen, ni mensaje que valga. Uniforme porque diluye todas las diferencias en una densidad que todo lo empastela.

Por otra parte, el proceso electoral no distingue un interés atractivo para el electorado. Los candidatos a jueces no pueden ofrecer al electorado oferta alguna. No pueden anticipar el favorecer a unos sobre otros. El formular sentencia sobre asuntos que no conocen. Esto es una diferencia fundamental con todos los otros procesos. En una campaña los actores se critican unos y a otros y ofrecen ser la mejor opción de futuro. Así, se comprometen a programas de gastos, a favorecer ciertas prioridades o a corregir errores. En esta campaña, no sólo esto no es posible sino está prohibido (con razón). Entonces queda la duda de cuáles son los incentivos que puedan movilizar al electorado.

Aquí es donde la puerca tuerce el rabo. Una elección como la presente no va a generar un nivel significativo de participación. La famosa legitimación política de los jueces será insignificante. La mayor movilización será corporativa, inducida por los aparatos clientelares. Una parte muy significativa será aquélla que decida movilizar Morena. Para ello, no desplegará grandes recursos. Apostará a que, en un contexto de apatía política, la movilización necesaria para sacar adelante las candidaturas de su interés no requeriría de grandes gastos. Otra parte serán grupos criminales que quieran tomar el control de algunas áreas judiciales en el país. Aquí estarán expuestos jueces y magistrados penales, en otras se buscará capturar a jueces civiles y mercantiles con el fin de garantizar grandes negocios inmobiliarios. Al abaratar el proceso, el gobierno ha generado una vulnerabilidad en el sistema de justicia que más pronto que tarde va a tener que corregir.

Los jueces guardianes se tornarán en jueces captores, al estilo de Los Zetas.

Abogado

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