Han pasado pocos días de la toma de posesión de Donald Trump como Presidente de los Estados Unidos de América y surgen algunos rasgos de lo que puede definir el futuro que viene. Especialmente quiero hacer notar lo que se puede derivar de una de las primeras decisiones de dicha presidencia. El indulto a los asaltantes del Congreso estadounidense del 6 de enero del 2021.

Lo que sucedió ese día fue la intentona pueril e irresponsable de Trump por horadar las instituciones democráticas de la República. El azuzar una turba para presionar a la clase política a fin de que cediera a sus pretensiones. Invocar al pueblo como tapadera de una toma de poder. En ese entonces, prevaleció al final la noción en el sentido de que seguir en el intento era peligroso para Trump y le traería consecuencias nefastas. Tuvo que tomar en cuenta a la fortaleza de las instituciones democráticas como parte de su cálculo y desistió. Salió a pedir al Pueblo que renunciara a la movilización.

Pasaron los años y los procedimientos legales avanzaron. Cientos de los manifestantes fueron procesados, juzgados y sentenciados por actos de rebelión, y daño a personas y bienes. Su caso, fue presentado por Trump a la opinión pública como una vendetta de sus adversarios. Poco importó que esto fuera mediado por la intervención de jueces y jurados independientes. El hecho es que el electorado, en su mayoría, compró esta tesis y avaló su candidatura haciéndole Presidente. Es cierto que, en ese proceso se dieron hechos inusuales que definieron dicha votación. Por una parte, Trump sobrevive (milagrosamente) un atentado contra su vida. En ese momento exhibe una actitud de fuerza y presencia notable. Su rostro ensangrentado con el puño en alto se torna en imagen icónica. Por otra parte, se presenta un presidente Biden balbuceante, que debate con su contrincante de forma patética, representando así las prácticas democráticas de manera débil y decadente. Al final, él se ve desplazado por su base política (la cual había generado un programa de gobierno de gastos excesivos y consecuencias inflacionarias). Trump, ataca sin cesar moviendo a sus electores con el miedo a lo otro. “Con mano dura atacaremos migración ilegal para abatir violencia y carestía”. No queda muy clara la correlación de estos factores, pero importa más movilizar las emociones políticas que discutir racionalmente los temas.

Al final gana y tan pronto llega, con base a la prerrogativa presidencial de la gracia, perdona a sus seguidores. Queda claro que, por encima de razones legales, prevalece el criterio de la gracia por apoyar al líder victorioso. No hay nada nuevo en ello. Inmediatamente a mi mente llegaron los textos de la Antigua Roma cuando la República es vencida por los intentos imperiales de Julio César. Releo en mi cabeza escritos de Cicerón acusando el fin de una era republicana, distinguida por el aire austero de una clase política y su desplazamiento por el boato y desmanes del emperador. El pueblo que lo apoya pasa de criminal a sabio en una jornada republicana. El Pueblo votó y el Pueblo no se equivoca.

En la mente del tirano en ciernes, él ha expuesto su visión al pueblo y éste la ha ratificado con su voto. La República le va traspasando el poder al Emperador. El emperador perdona y el círculo se cierra. Como sea, todo indica que se viene abriendo una nueva época para el mundo. En su momento, a Julio César le siguieron herederos diversos. La expansión romana con César Augusto, o el ingeniero Adriano, o sátrapas sanguinarios como Nerón y Calígula.

Como en toda paradoja, las posibles respuestas juegan contra las preguntas pertinentes.

Al tiempo………

Abogado

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