En mi pasado artículo, » afirmé, sin cortapisas, que Claudia Sheinbaum necesitaba mimetizarse en Andrés Manuel López Obrador para buscar empatía con el pueblo bueno y, a partir de allí, ejercer su propio poder. Ante los hechos suscitados en los últimos días en el Legislativo, comienzan a saltarme dudas acerca de quién ostenta el poder en México.

Durante los primeros siete días de la presidencia actual, de acuerdo con un análisis de @SerendipiaData, el nombre de Andrés Manuel López Obrador fue repetido por la flamante mandataria en 71 ocasiones. Si esa no es una clarísima prueba de que Sheinbaum ha intentado recargar su prestigio en el tabasqueño, no sé qué podría serlo. Lejos de detener la inercia, tras 21 jornadas, el mantra se ha repetido en 203 ocasiones, el 92% de ellas refiriéndose a él como «el presidente…».

Algunos mal pensados —como el que esto escribe— hemos seguido creyendo, al menos hasta la noche del jueves 24 de octubre, que las principales decisiones del Gobierno seguían recayendo en el titán de Macuspana; me atreví, incluso, a publicar un post en X el 17 del mismo mes, en el cual puse en duda lo que pasó con el expresidente desde su salida de Palacio Nacional el 30 de septiembre, llegando a imaginar que sigue viviendo allí, a partir de que no se ha publicado ninguna imagen, que yo sepa, que demuestre que se haya trasladado a su residencia de Tlalpan o llegado a La Chingada, la propiedad más famosa del país.

En un último esfuerzo por darle el beneficio de la duda a Sheinbaum, comienzo a pensar si las recientes decisiones con respecto a la Reforma Judicial, podrían ser un beligerante acto de fuego amigo en contra de ella, manipulado por los oscuros personajes que creyeron que merecían la presidencia de la República: Adán Augusto López y Ricardo Monreal. Al imponer la supremacía legislativa como forma para destruir al Poder Judicial real y sustituirlo por un organismo bajo el control del propio Congreso de la Unión, solo de ellos depende someter a la presidencia de la República y al Poder Ejecutivo en pleno, a su control. En términos llanos, esto no es otra cosa que un potencial golpe de Estado mezclado con la imposición de un gobierno autoritario.

Lo paradójico de este asunto es que los diputados y senadores levantadedos de Morena y rémoras (¿hay otros?), al apoyar todas las iniciativas que les ordenan sus respectivos líderes, desconocen a quién están favoreciendo al hacerlo.

Ahora bien, tendríamos que preguntarnos qué hay detrás de ese intento por tomar las riendas del país, aún por encima de la primera presidenta de la República.

Si bien ya mencionamos a los líderes de las bancadas del Congreso, resulta difícil creer que estos cambios son a iniciativa suya, pasando por encima del fundador de Morena, el fantasma cuyos pasos aún se escuchan en los corredores de Palacio Nacional. Imposible soslayar que estas acciones se activaron casi inmediatamente después de la reunión a la que asistieron Andy López Beltrán, Luisa María Alcalde, Ricardo Monreal, Adán Augusto López, Gerardo Fernández Noroña y Sergio Gutiérrez Luna (según un ). Incluir en la ecuación a Andy es dar por hecho que su papá está detrás de la toma de posesión de facto del Gobierno mexicano.

Quedarán en este artículo preguntas sin respuesta. Parece un hecho indiscutible que existe un complot (compló, como dijera el clásico) en las tripas del poder. Si es iniciativa de Monreal y Adán Augusto, parecería tarea imposible sin la venia de López Obrador, pero es factible, dado que este no puede opinar por el momento; ahora bien, si es el propio expresidente el que está detrás del proyecto a través de Andy, tendríamos que preguntarnos si ganó algo al elegir a Sheinbaum como su sucesora o se trata de uno más de sus muchísimos arrepentimientos sobre la marcha, como aquellos que han destruido buena parte del país.

La gran perdedora es, sin duda, Claudia Sheinbaum. Al aprobar los actos autoritarios del Legislativo, impidiendo que el Judicial pueda revisar tales decisiones, paradójicamente, en beneficio de la mandataria, está abriendo la posibilidad de que más cambios degraden su poder o incluso la destituyan, ya sea a través de la revocación de mandato o de cualquier ocurrencia que surja en el camino. En un país totalmente presidencialista como el nuestro, eso es un suicidio político.

Conspiro: ¿revocación de mandato y entronización de Andy? No entiendo cuál es la prisa.

De lo que no queda duda, es de las implicaciones que tendrá este juego caprichoso, que afectará indudablemente a la confianza en un gobierno pauperizado, a la cancelación de inversiones nacionales e internacionales —a excepción de las empresas de Slim— y acabará por enterrar el prestigio de México en el mundo.

@ferdebuen

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