A principios de los 90´s, la marca deportiva Reebok lanzó al mercado el eslogan “Life is short, play hard” (“La vida es corta, juega duro”), que buscaba concienciar de que, como suele decirse, “el tiempo vuela” y, por lo mismo, había que aprovecharlo poniendo todos los sentidos en el juego. Me gusta citar esta frase con un cambio menor, que consiste en sustituir la palabra “play” (juega), por “work” (trabaja), pues me parece que resume el secreto de una vida fecunda.
En su libro, “Deep Work”, Cal Newport (NEWPORT, C., Deep Work, Grand Central Publishing) desarrolla, en mi opinión, un tema de la mayor importancia para trabajar bien —a profundidad—, que consiste en evitar la dispersión. Hay quienes mientras “trabajan” están a la vez revisando las redes sociales, I nstagram,Twitter y/o Facebook, al mismo tiempo que escuchan música en Spotify y chatean con los amigos en WhatsApp. ¿De verdad es posible trabajar así? La hipótesis del profesor de Georgetown es que en nuestros días el trabajo a profundidad y, por tanto, bien hecho, es escaso, derivado de ese estado de “ocupación” que ha venido a sustituir la “productividad”.
Trabajar bien depende, en primer lugar, de poner —en la medida de lo posible— toda nuestra atención hasta terminar la tarea que tenemos entre manos, lo que necesariamente implica eliminar al máximo las distracciones externas. En palabras del filósofo Jaime Nubiola, la clave es la concentración, que presupone eliminar con radicalidad las interrupciones de fuera. (NUBIOLA, J., Vivir, pensar, soñar, RIALP,p. 23).
Una vez puestos todos los medios para eliminar al máximo la dispersión, lo que sigue es poner “manos a la obra” en llevar a cabo la tarea propuesta hasta su conclusión, con la mayor perfección que nos sea posible. Establecer metas concretas y acometerlas con diligencia.
Steve Jobs decía que la única manera de estar realmente satisfecho con el trabajo es haciendo lo que se cree es un gran trabajo pero, además, amando lo que se hace. Trabaja con diligencia quien lo hace con pasión, agilidad y premura. Quien, con absoluta libertad —porque le da la gana—, pone amor en lo que hace.
Pienso que el trabajo diligente se materializa mediante dos acciones muy puntuales y estrechamente relacionadas entre sí: (1) aprovechando al máximo el tiempo, y (2) cuidando los detalles.
Así como no puede trabajar a profundidad quien no hace lo posible por evitar la dispersión, tampoco trabaja bien quien no establece previamente un orden en que llevará a cabo lo que tiene que hacer, para después ejecutarlo con el esfuerzo de aprovechar al máximo cada instante. Se trata de hacer una cosa tras otra —y no varias al mismo tiempo— y volcar en esa tarea toda nuestra atención. “Sin prisa, pero sin pausa”, como sugería Séneca.
Trabajar bien implica, finalmente, el cuidado de los detalles al llevar a cabo la tarea que tenemos entre manos, poniendo todos los medios para hacerlo con la mayor perfección posible.
Se cuenta que un amigo visitó al maestro Miguel Ángel Buonarroti, interesado por la última escultura que estaba trabajando en su taller. Volvió al cabo de una semana y se sorprendió de encontrarla —aparentemente— tal como la había visto la primera vez.
Miguel Ángel le hizo esta observación:
— No es lo mismo. He trabajado más la expresión, he resaltado más ese músculo.
El amigo, poco sensible, exclamó:
— ¡Pero eso son pequeñeces!
A lo que el maestro respondió:
— ¡Pero las pequeñeces hacen la obra de arte!
Los seres humanos tenemos la capacidad de trascender, porque fuimos dotados de razón y libertad, entre muchos otros talentos que puestos al servicio de los demás generan múltiples beneficios. Las vacunas, los aviones y la posibilidad de encontrar en nuestro teléfono celular casi cualquier clase de información que queramos, son algunos de entre muchos otros ejemplos de esta trascendencia a que me refiero, que no debe confundirse con lo que solemos llamar fama o éxito. El trabajo cotidiano de una madre de familia, hecho con diligencia, puede ser igual o más trascendente que el de un Jefe de Estado o el investigador más importante de la NASA.
La vida es corta, como dice el eslogan, y una tercera parte de ella la dedicaremos al trabajo. Por eso la importancia de aprender a trabajar bien, evitando la dispersión al máximo, ordenando nuestras actividades y cuidando los detalles en cada una de las tareas que nos propongamos realizar. Si trabajamos con el constante y diligente empeño de poner todos nuestros sentidos en cada cosa que hacemos, exprimiendo cada minuto, de cada hora, de cada día, no solo trascenderemos, sino que, en ese camino, viviremos una vida plena en satisfacciones personales.