Tírense sin miedo, como él. ¿A que le tienen miedo?

—Pues a ahogarnos.

No es que viva yo con ese recuerdo atormentado escuchando la voz de Jorge Rueda . Han pasado 50 años de aquella mañana de sábado de 1969 en la poza de clavados de la Unidad Morelos del IMSS. Efectivamente algunos se quitaron el miedo y subieron a la plataforma de 10 metros; otros “coyones” como el que escribe, se tiraron y no fue clavado, sino parado del trampolín de 3 metros.

Jorge Rueda

y el profesor Silverio nos esperaban flotando a la distancia para, en caso necesario, ayudarnos a salir. Ellos, incluyendo a Nelson Vargas, no se acuerdan de cada uno de esos niños; debieron ser durante varios años más de 100 o mil. De uno que sí me acuerdo y por quien ayer se me rasgaron los ojos de lágrimas; uno del que seguro se acuerdan, sobre todo Jorge Rueda, es su gran alumno, Carlos Girón.

Se tiraba una y otra vez aquel día y todos los días que podía durante muchos años. Ahora que escucho y leo de él, me entristezco , me lleno de nostalgia. Vino a mí el recuerdo de aquella figura de niño que unos años más tarde ganó la medalla de oro en los Panamericanos en 75 y luego de plata en Moscú 80 (le robaron en despoblado la de oro, pero para qué acordarnos).

Duele Carlos Girón , no nos la esperábamos, porque aunque la muerte ronda todos los días y a cada instante, no la entendemos.

Somos frágiles y la muerte no distingue.

En la primaria Emiliano Zapata había alberca y clases de natación los viernes para alumnos de quinto y sexto, era 1975 y Ramón Girón, su hermano, nos daba clases a los de sexto de primaria. Los del sexto “A” ganamos un concurso por haber llevado más kilos de periódico a la escuela. El premio fue un día de campo en Oaxtepec, Morelos, una “obra de arte” del IMSS que subsiste. Imagínense el gozo de aquellos chavos en el camión escolar rumbo a disfrutar del premio. Imagínense que cierto o falso, nos dijeron que Carlos Girón , vivía en la avenida de los Parques en la colonia Industrial y era nuestro vecino.

Aquel Carlitos, el ejemplo para que se nos quitara el miedo, nos llenó de gloria olímpica, pero desde que se tiraba de niño se llevaba las palmas y la admiración de quienes lo veíamos sin entender o pensar que iba a llegar tan alto, empezando por el trampolín de 3 metros y la plataforma de 10. Un anuncio desafortunado por adelantado, ese dolor que provoca llanto cuando sabemos de la última ronda de un amigo, con el que por azares del destino nos encontramos desde niños.

Familia que somos periodistas y atletas.

Te quedas, Carlos Girón, se abraza todo México en tu nombre.

@fernando_andere

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