Cuando falleció Mario Castillejos, compañero en la crónica deportiva, llamó la atención que escribiera una semana antes “Todos se quieren ir al cielo, pero nadie se quiere morir”. Llegó al sexto piso nuestro Mario y caló hondo su muerte.

“Tan joven”, decíamos todos, sobre todo los que apenas vamos a llegar a los 60, pero empezamos a hacer conciencia. Un día nos vamos a morir, lo sabemos desde siempre, pero seguimos sin explicarnos qué es y por qué los seres vivos tenemos que morirnos.

Escuchaba a don Ignacio Trelles platicando con Lalo, su hijo, con motivo de su cumpleaños 100, y decía:

“Inconscientemente, va uno aceptando la llegada de los años, o de los días, o de los minutos. Uno siente que va perdiendo facultades físicas, pero no morales, menos sentimentales, y se siente uno a gusto y quiere vivir más”. Llegó a 103 años de edad, cerca —a cuatro meses y días— de cumplir 104, en ese vivir a gusto que describe y sin hacer conscientes minutos, días y años.

Levantándome el 26 de marzo, es Michel Hidalgo, director técnico de Francia en el Mundial México 1986 y antes campeón de la Eurocopa en 1984. Hidalgo murió a los 87 años de edad.

En enero escribía que nos estábamos quedando sin héroes, cuando lamentablemente a los 65 partió Carlos Girón. Nos marca la muerte, nos va minando. Hace un mes, el jovencito José Aarón Vásquez, motor de Pies Capaces, y lo cito porque así como a quienes he mencionado me han enlutado, a sus apenas 26 años cumplidos, nos dolió y reunió a un sinnúmero de amigos para despedirlo. Qué contrastes y qué inusitada es la muerte. La muerte no distingue edad.

A veces, llega cuando uno mejor se siente y está tan a gusto con la vida, como refería don Nacho.

Tras ver a Carlos Albert hablando de Ignacio Trelles, casi incapaz de aguantarse el llanto y hasta no querer hablar para no quebrarse, cuando a todos y cada uno de los nuestros, perdón que diga así, los veo desde sus casas, estudios, oficinas, jardines e incluso automóviles, cumpliendo con el deber de informar.

Cuando la muerte acecha y, a pesar de ello, la inercia es la que nos guía, sólo pienso en lo a gusto que es vivir y lo inconscientes que somos del tiempo. Sin Covid-19, también nos morimos y se han ido muriendo nuestros seres queridos.

¿Realmente, muere quien nos hace llorar y nos llena de tan gratos momentos que nos hacemos conscientes hasta que se va? Esta es la oportunidad de darnos cuenta de los minutos, días y años de los que hablaba don Nacho y de “ganarnos el cielo”, como suponía Mario Castillejos. Trascender a cualquier edad. Ordenarnos.

Vivir también en paz. Gracias a todos y cada uno de los que nos están acompañando en este encierro que nos permite ver que seguimos vivos.

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