Carlos Hurtado fue un personaje enigmático dentro del futbol mexicano. No misterioso, no secreto ni oculto, pero sí lleno de leyendas urbanas. Con Hurtado inició el mito de los “promotores” y su etiqueta de “ladrones”. Cabe mencionar que jamás se le comprobó alguna ilegalidad o fraude.

Tuve la oportunidad de conocer a Carlos Hurtado muy bien socialmente (jamás laboralmente) y encontré a un tipo culto y controlador; inteligente y obsesivo; con información y conocimiento; de buen comer y mejor beber; meticuloso y prevenido; visionario y seguro... Con enorme gusto por el poder y el dinero.

En Miami, donde vivió por muchos años, Carlos acostumbraba comer todos los días en restaurantes de prestigio, siempre acompañado. Era común recibir una llamada durante la mañana para comer pocas horas más tarde. Si recibía por respuesta una negativa, en ocasiones se molestaba. Si el encuentro se realizaba, no era conveniente agendar algún compromiso posterior: Sus comidas podían extenderse por muchas horas, con cambios de bares o restaurantes y, no pocas veces, ofrecía su casa para continuar con el convivio. El regalo más preciado al llegar a su casa era coincidir con el mítico José José, quien fue su vecino en la exclusiva zona de Coco Plum. Pepe, como le llamaba, era un tipo extremadamente sencillo y atento, gustaba de jugar dominó cubano y acompañar por algunas horas (sin beber una gota de alcohol) a quienes fumaban, bebían y reían en un lindo anexo de la casa de Hurtado.

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Con él no se veía la carta de comida en los restaurantes, decidía los platillos. Uno podía pedir su bebida (aunque si se trataba de vino, nadie más podía elegirlo, solamente él) y normalmente pagaba la cuenta por completo. Sin embargo, después de varias comidas, de pronto, pasaba la cuenta a alguno en la mesa y simplemente le decía: “Esta te toca a ti”. Era ahí donde más valía tener suficiente dinero en la cuenta bancaria o en la tarjeta, porque se pagaba en una sola exhibición el equivalente a todas esas otras comidas que antes ya Carlos había pagado.

Cada año, la semana de su cumpleaños (en febrero), Hurtado rentaba una lujosa mansión en Miami, donde convocaba a decenas de personas que trabajaban con él o con quienes tenía amistad. Durante esos días, organizaba diversos talleres y actividades.

La fama de los agentes o promotores construida a base de afirmaciones casi nunca comprobadas, ha sido tan poco fundamentada como repetida: “Son unos ladrones”. Y sí, Carlos Hurtado cobró millonarias comisiones por años. Grandes sumas de dinero que llevaron el visto bueno de los actores y que, según entiendo, eran acordadas y no robadas. Hoy, ser agente requiere muchos más filtros.

Sí, Hurtado fue pionero del oficio y del mito en México. Personalmente, me quedo con el enorme conversador, repartidor de lecciones, hombre de mundo, enigmático y amante de esos placeres cotidianos que él siempre convirtió en momentos memorables.

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