“Czaplinek”... Sólo eso decía la manta que portaban padre e hijo en la parte alta del estadio de Hamburgo, para el partido Polonia vs Países Bajos, primero de ambos en la Euro. Radek y Olek habían recorrido casi 600 kilómetros para ver a la selección polaca. Llegaron temprano, muy temprano, al estadio y buscaban dónde colocar la manta blanca con letras rojas.
Ahí estaban, perfectamente vestidos de blanco y rojo, con banderas y bufandas, padre e hijo, una fila delante de nosotros. De pronto, nos pidieron tomarles una foto para llevar un recuerdo con la manta de su pequeña, pero muy querida ciudad medieval de Czaplinek, donde tan sólo viven siete mil habitantes. A partir de ahí, en un inglés limitado, pero con gran esfuerzo, nos explicaban orgullosamente los atractivos de su lugar de origen, donde se encuentra el lago Drawsko, el más profundo de Polonia.
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Ahora que llega a su fin esta primera edición de la Euro con 24 países, existen historias conmovedoras. Porque un evento como este otorga la facilidad de desplazarse por un continente sin fronteras, para reunirse con los de su misma bandera, su mismo idioma y sus mismos cánticos en apoyo a un país, que puede ser candidato, animador o contendiente.
Olek, de 11 años, veía por primera vez a su selección en un estadio. Su energía era incontrolable, era el premio por finalizar el curso escolar con excelentes calificaciones. Simplemente, no podía permanecer sentado, por lo que —al darse cuenta de que obstruía a los neerlandeses ubicados detrás— cambió de lugar con su padre. Polonia anotó primero. Buksa remató de cabeza al 16’... Definitivamente, hay momentos que el destino tiene preparados para no soltar, pese a que el abrazo y la euforia duran apenas unos segundos.
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Muy pocas manifestaciones entrelazan e identifican hoy en día como un partido de futbol (también muy pocas lo dividen). Durante un par de horas, probablemente más por la llegada y la salida del estadio, brotan imágenes que revelan la singular experiencia de aportar desde donde un aficionado puede hacerlo, añadiendo poco a lo poco, para muchas veces lograr algo relevante en su equipo.
“Czaplinek es el lugar más bello para vivir”, nos decía Olek en inglés, mientras movía su manita de arriba a abajo, para luego agitar su manta. Polonia perdió de último minuto contra Países Bajos y cayó en la siguiente jornada con Austria. No estaba contemplado en el presupuesto, pero el destino quiso que Radek y Olek pudieran viajar a Dortmund 10 días después, con su manta, para ver a su selección empatar con Francia y observar tanto a Lewandowski como a Mbappé, en el empate a un gol.
“Huyamos de los placeres, es la única manera de poderlos gozar de nuevo”, dijo Voltaire. Hay momentos para inmortalizar entre padre e hijo y esta Euro lo logró con dos orgullosos representantes de Czaplinek, en Alemania.
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