Es un grave riesgo hablar constantemente con uno mismo, porque se llega a perder el cuidado de lo que se dice... y de lo que uno escucha en sus propios soliloquios... y de lo que uno se aconseja... y de lo que uno se cree. Las mentiras que se dice uno mismo, son tan peligrosas como las falsas verdades que uno a sí mismo se convence. Somos lo que nos decimos desde nuestra propia voz interna, pero también lo que escuchamos desde nuestro interior.
La autocrítica es, definitivamente, un arte, pero también una disciplina muy difícil de moldear... y si el ego se interpone, misión casi imposible.
Por lo mismo, resultó tan sorpresivo, pero tan agradable, escuchar a dos perdedores autocriticarse tras la dolorosa derrota, aunque son dos ganadores ante la profesión que desempeñan.
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Álvaro Fidalgo, probablemente uno de los futbolistas más talentosos que tiene el América, y Fernando Ortiz, probablemente uno de los mejores técnicos que podría encontrar hoy el América, fueron damnificados colaterales de una derrota tan lacerante como dolorosa y tan expansiva como permanente.
Ambos hicieron pública su autocrítica tras caer ante Chivas en la semifinal. Para reflexionar y considerar la renuncia que, de manera irrevocable, externó el Tano Ortiz en su conferencia de prensa, como las palabras del volante español, quien —sin el menor titubeo— asumió toda la responsabilidad de la eliminación, por la torpeza que ocasionó esa tarjeta roja letal para su equipo, a falta de más de media hora.
Fidalgo no sabe cómo salir de un galimatías en el que se metió por defender los colores de quienes hoy le atacan, mientras que Ortiz decidió hacerse a un lado tras no rebasar tres semifinales en tres torneos dirigidos. Autocrítica auténtica. Autocrítica atípica y —sobre todo— autocrítica aleccionadora, para muchos otros momentos similares en que reina la confusión.
Nosotros mismos deberíamos ser nuestros mejores consejeros y nuestros mejores amigos, en función de la enorme cantidad de decisiones que debemos tomar cada día. Sin embargo, sabotearnos es también parte de nuestra naturaleza.
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El futbol, por lo general, nos regala ejemplos ausentes de autocrítica en redes sociales o entrevistas de sus protagonistas. Y es que hay quienes ven la autocrítica como una herida y hay quienes la ven como una cicatrización, pero al igual que en la cancha, nadie se puede esconder: Nos contamos historias alejadas de la realidad que nosotros mismos creemos, pero el resto de la gente descubre fácilmente que hay un engaño.
La reflexión mental es un enorme riesgo por ser nosotros mismos la evaluación, la aceptación y el rechazo. Tal como nos demostraron Fidalgo y Ortiz, la autocrítica no es síntoma de debilidad, sino una fortaleza que desafortunadamente pocos se atreven a experimentar.