Un trago. ¿Por qué no? En uno de los bares más exclusivos de Manhattan. Vamos a darnos el gusto en la barra. Como en casi todos estos lugares, el bartender es casi un rockstar: Maneja el tiempo, la atención, cuida los asientos, recomienda, hace plática y seduce. Sí, cree que lo merece; por lo tanto, de acuerdo a la facha, trata con interés o indiferencia a sus clientes y busca, por supuesto, la mejor propina. Esta vez nos tocó y, al recibir los ostiones, le pedimos sal... Sí, sal para condimentar. Su respuesta fue arrogante y difícil de entender: “Nadie antes me pidió sal para los ostiones, sólo tengo para las margaritas, pero si insisten, tendré que ir al piso de arriba por la sal”... Su merecimiento por ser el bartender más popular en una de las mejores barras, en una de las ciudades más exclusivas del mundo, supera su agradecimiento por la atención al lugar que hoy ocupa en tan privilegiado sitio.
Minutos más tarde, decidimos cambiar de barra, de restaurante y, por supuesto, de bartender. Esta vez, encontramos la sencillez, la amabilidad y el agradecimiento de quien llegó hace menos de cinco años de Colombia a este gran país y dedica turno tras turno, día tras día, su trabajo a servir. Misma labor, misma encomienda, pero diferente actitud: Mientras uno cree que lo merece por el simple hecho de estar ahí, el otro lo agradece, sin poner mucha atención en que, además, lo merece.
Real Madrid se ha convertido en un equipo arrogante. Es, sin duda, el más popular del mundo y el más importante desde que se inventó este bellísimo deporte llamado futbol. Ya no sólo tiene seguidores y fanáticos, sino también clientes en cada rincón, porque su marca va mucho más allá de quienes conforman el plantel. Todos son celebridades desde el momento que visten su color blanco.
El Mundial de Clubes fue un éxito, en buena medida, gracias al Real Madrid. Las ausencias del Liverpool, el Barcelona y el Manchester United seguramente restaron aficionados en los enormes estadios de Estados Unidos, pero ninguno de ellos, así como la presencia del PSG, el Manchester City, el Inter de Milán, el River Plate o el Boca Juniors (que se llevó el premio a la más participativa afición), representaron el fenómeno llamado “Real Madrid”.
Ese club siente que lo merece y que se le debe agradecer en cada competencia, en cada estadio y en cada ciudad. Es el bartender “indispensable” de Manhattan, que se da un golpe de realidad cuando es sustituido y que, ya en la reflexión de la soledad, se da cuenta que el negocio fluye de igual manera sin él.
El agradecimiento va de la mano con la sencillez. Valorar el espacio y la oportunidad, en un mundo y un negocio tan competitivos como el futbol o la gastronomía, no sólo genera buenas experiencias para los clientes, sino que nos prepara para el día en que, como Luka Modric en Real Madrid, corresponde cerrar ciclos, pese a 28 títulos, el Balón de Oro y casi 600 partidos.
Proveer de sal a un cliente en un restaurante de lujo puede ser tan extraño, tan común, tan complejo o tan sencillo como se quiera, pero sólo después del agradecimiento en el servicio y sólo después, llega el merecimiento que se presume tener.
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