“No deben ustedes hablarnos al llegar aquí como primos, y menos aún como hermanos; no somos una cosa ni la otra. Tampoco deben pensar que somos anglosajones, pues semejante término ya no puede aplicarse al pueblo de Estados Unidos. Y en este sentido tampoco debe darse demasiada importancia al hecho de que el inglés sea nuestra lengua común… No, solo hay dos cosas que pueden llevar a establecer y mantener unas relaciones más estrechas entre su país y el mío, y son la comunidad de ideales y la comunidad de intereses” (Discurso del presidente W. Wilson, el 27 de diciembre de 1918 en el palacio de Buckingham, citado en Adam Tooze, 2016, El diluvio. La Gran Guerra y la reconstrucción del orden mundial (1916-1931, Crítica, Barcelona, pp. 335-336).

En el estudio de los ciclos económicos, por su larga temporalidad, destaca el llamado ciclo Kondrátiev, útil en el comportamiento de la rentabilidad de las inversiones en largos períodos (por décadas o, incluso, siglos). Esta aportación del economista ruso Nicolai Dimitri Kondrátiev sirvió de inspiración a Immanuel Wallerstein para imaginar ciclos de hegemonía, en los que la potencia establecida era sustituida, en su dominancia económica, militar, política y cultural, por una potencia emergente e invariablemente, por medio de conflictos armados.

Así, Génova pierde su hegemonía ante Ámsterdam y, ésta ante Londres que, en el análisis de Wallerstein, la pierde frente a los Estados Unidos durante las llamadas Guerras Euroasiáticas. En sentido estricto, durante la Gran Guerra (1914-1918).

Es una paradoja de la historia que, de acuerdo con el espionaje de 1907, Gran Bretaña no podía ver con tranquilidad el ascenso de Alemania y, al intentar detenerlo mediante la Primera Guerra Mundial, termine como rehén del dólar y la hegemonía financiera cruce el Océano Atlántico (de Londres a Nueva York).

De otro lado, al explicar la Guerra del Peloponeso, Tucídides plantea que la poderosa Esparta no podía contemplar con los brazos cruzados el florecimiento de Atenas y, para impedir la emergencia de una potencia competitiva, desata una guerra de poco más de tres décadas, al final de las cuales detiene el auge ateniense.

Para Nouriel Roubini, conocido como el “Doctor Catástrofe” por haber profetizado la Gran Recesión de 2007, el futuro inmediato del planeta se encamina a una decena de Megamenazas que van de la inhabitabilidad de la Tierra a la reaparición de pandemias, pasando por la disrupción de la inteligencia artificial (AI) y la eventualidad de las guerras. En ese punto, hace referencia a la trampa de Tucídides y su eventual retorno en ocasión del enfrentamiento multidimensional entre China y los Estados Unidos.

Esta semana cobijó una impresionante caída del valor de las acciones de la empresa Envidia (vaya con el nombrecito), productora de microchips, útiles ahora para todo lo vinculado con la AI, y por causa de la emergencia de un sucedáneo chino, mucho más económico en su fabricación y, si cabe, aún más en su consumo de energía. La pérdida económica se estima en alrededor de 590 mil millones de dólares, ciertamente mayor que los 500 mil millones que el renacido Trump anunció pocos días antes que se invertirían en AI, para consolidar la hegemonía de su país en ese desregulado espacio.

Lo paradójico del asunto es que el incentivo para esta nueva muestra de creatividad asiática fue la prohibición establecida por el ido Joe Biden (y mantenida por Trump) para exportar a China microchips o cualquier tipo de componente necesario en el avance de la AI. La reacción china supera con mucho la experiencia latinoamericana de sustituir importaciones cuando las crisis del mercado mundial las constreñía.

En el caso chino se hace evidente un horizonte tecnológico que nuestro subdesarrollo no puede siquiera imaginar, como tampoco era imaginable el efecto financiero de la respuesta oriental. Tampoco, y ahí radica el mayor problema, podemos imaginar la reacción del gobierno estadounidense, a la luz de esta victoria china y, especialmente, a la sombra de quien lo encabeza.

Con arreglo a los sabios consejos de Federico List, China construye una sólida política industrial que no requiere castigar al libre comercio, mientras los EUA lo promueven en la medida de sus intereses, como bien estableció el presidente Wilson en 1918; ¿volverá a volar sobre nuestro futuro la trampa de Tucídides o contemplaremos un pacífico cambio de hegemonía global? Como diría el clásico: Ahí está el detalle.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS

Comentarios