En memoria de Roberto Eibenschutz Hartman, un universitario ejemplar.
“No hay duda de que si pudiéramos engatusar al resto del mundo para que practicara el libre comercio mediante una unión de altos aranceles contra la producción de los esquimales, ello constituiría una ganancia internacional en términos netos. Pero sería inferior a un arreglo que incluyese a los esquimales. La única unión arancelaria completamente inocua estaría dirigida contra los productos inaccesibles de la luna” Lionel Robbins, 1937, Economic planning and international order, Londres: p. 122).
En los temas relativos al comercio internacional, no deja de ser un fenómeno paradójico el que, al tiempo que la institución de instituciones de la globalización fuera el libre comercio, en paralelo los Acuerdos Regionales de Integración (ARIs) iniciaran su apresurada marcha hasta obsequiarnos el resultado consistente en que casi no hay país del mundo que no esté integrado a uno o más países, en instrumentos que -sin excepción- ponen trabas al propio libre comercio.
Como diría Frédéric Lordon, <<entre Corea del Norte y la globalización, hay una multitud de capitalismos>>. Desde 1950, Jacob Viner estableció que las diversas densidades de la integración comercial, desde los Acuerdos de Libre Comercio hasta las Uniones Políticas, disponen de Reglas de Origen, en el caso inicial y de Aranceles Únicos, en todos los demás; es decir que estos instrumentos, cobijados por el capítulo 24 del antiguo Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés) y el mismo numeral en la normatividad de la actual Organización Mundial de Comercio (OMC), pueden establecer tarifas, reglas de origen o aranceles y debieran tener un límite legal para definir el volumen de tales tarifas arancelarias que, en los tiempos de Trump, son limitaciones muertas. De ahí proviene la posibilidad de servir, desde estos instrumentos, al proteccionismo, mediante la desviación de comercio, o al librecambismo, mediante la creación de comercio.
En la desviación de comercio, se premia a un proveedor distinto al más eficiente, entendiendo por eficiencia el menor precio disponible; mientras que, en la creación de comercio, sí se premia al proveedor más eficiente; ¿cómo puede ganar el de menor eficiencia? Por la elevación de las reglas de origen o del arancel común, tal como opera, y cada vez lo hará peor, el T-MEC.
El actual Secretario de Economía, Marcelo Ebrard C., recientemente ha informado de la cercana revisión del T-MEC, durante el segundo semestre del presente año, y no hasta el próximo 2026 como estaba previsto. Las opciones que la administración Trump puede poner sobre la mesa son tres: a) Denunciar al tratado, lo que es un término técnico que anuncia el abandono del instrumento seis meses después de la denuncia; b) Elevar, en las reglas de origen relacionadas con la industria automotriz -la industria de América del Norte-, el componente regional (y, dentro de éste, el estadounidense), o c) Pasar del actual Acuerdo de Libre Comercio a una Unión Aduanera con un arancel común, seguramente de dos dígitos para castigar a las exportaciones chinas hacia la subregión.
Vale la pena subrayar que la posición de México o, más específicamente, del actual gobierno es la de buscar una mayor integración con los Estados Unidos, ensayando una suerte de pedagogía geoeconómica, dedicada al gobierno trumpiano, para enfrentar a China, mientras en Beijín (y casi en el mismo tiempo real) se celebrará el Séptimo Seminario Internacional de la Red ALC-CHINA; es decir, América Latina y el Caribe dialogando con el gobierno chino, entre el 26 y el 28 del corriente mayo. Aunque es una reunión de cancilleres, tres presidentes latinoamericanos (de Brasil, Colombia y Chile) harán acto de presencia, mostrando su verdadera soberanía comercial.
No sabemos qué hace, menos si asistirá, el canciller mexicano; tampoco sabemos qué haría ahí, cuando el gobierno que representa, pese a los agravios cotidianos del señor Trump, solo tiene ojos para la integración con los EUA; si tenemos un gobierno de izquierda, no se puede negar que -como Román Castillo- sus hazañas son extrañas.
Federico Novelo U.