“Estamos en vías de convertirnos no sólo en una sociedad profundamente desigual, sino en una sociedad oligárquica; una sociedad de riqueza heredada. Cuando hay algunas personas que son tan ricas que efectivamente pueden comprar el sistema político, el sistema político tenderá a servir a sus intereses” (Paul Krugman, citado en Jane Mayer, 2018, Dinero oscuro. La historia oculta de los multimillonarios escondidos detrás del auge de la extrema derecha norteamericana, Debate, Barcelona, p. 39).
El activismo metaconstitucional del señor Donald Trump, durante su actual mandato, produjo un pasmo casi generalizado, tanto entre sus correligionarios republicanos cuanto entre sus oponentes demócratas, con las muy honrosas excepciones de Gavin Newsom, Alexandra Ocacio-Cortez, Elizabeth Warren, Bernie Sanders, el incansable pequeño gigante Robert Reich y algunas y algunos pocos más.
Hasta el pasado martes 4 de noviembre, y en ocasión de significativos procesos electorales locales, el huésped de la Casa Blanca y sus impresentables funcionarios más cercanos convertían sus innúmeras ocurrencias en realidades, desde el empleo político de los aranceles o de la amenaza de su implementación hasta las ejecuciones extrajudiciales en aguas internacionales del Caribe y del Pacífico con más de 60 tripulantes asesinados (hasta el momento), por el presunto transporte de estupefacientes a territorio estadounidense sin demostración alguna. Entre los excesos cometidos, y muy celebrados, incurrieron en la intervención en las elecciones legislativas de Argentina, en favor del amigo, también desquiciado, del Sur profundo americano Javier Milei.
Todo el camino del bravucón gobernante, hasta fecha muy reciente, parecía pavimentado para la escalada amenazante del auto elogiado vociferante; es el caso que la extraordinaria segunda Ley de la Dialéctica mexicana (Las cosas duran hasta que se acaban) se ha comenzado a cumplir de manera que, al menos durante la semana que está por concluir, míster Trump ha cosechado varios fracasos políticos, primero, con los triunfos electorales demócratas en la Ciudad de Nueva York y en los estados de Nueva Jersey y Virginia.
La frescura del alcalde vencedor, en el primer espacio, Zohran Mamdani, socialista, musulmán, jovial, desafiante y reivindicador de la pluralidad étnica y de la inmigración, es mucha frescura para el atrofiado conservadurismo racista del anciano presidente que, en esta confrontación, comenzará a experimentar la fase depresiva de su ciclo político. Las victorias femeninas en los dos estados en litigio representan merecidas patadas en salva (e inútil) sea la parte del misógino señor Trump.
De otro lado, la supuesta incondicionalidad de la Suprema Corte estadounidense se ha metamorfoseado en su contrario y resulta altamente probable que, tanto las ejecuciones extrajudiciales como los aranceles <<justificados>> en una inexistente emergencia nacional, desaparezcan de las facultades presidenciales y, en el segundo caso, se deban devolver decenas de miles de millones de dólares. Para acabarla de acabar, un juez ha reabierto el caso del soborno a la exótica Stormy Daniels (quien, más que de las habilidades, parece ser testigo presencial de las limitaciones sexuales de este <<machote>>).
Solo hace falta un despertar colectivo, especialmente demócrata, para preparar la despedida definitiva de esta pesadilla del escenario político estadounidense y mundial; qué bueno que quien lo puso comience a tomar nota de su enorme error y… lo enmiende. Hoy, Donald Trump, por mentiroso, soberbio y corrupto, se muestra muy pequeño, demasiado, frente a sus propios problemas; ¿quién le manda?

