El 11 de febrero de 1968, dentro de los actos organizados por el gobierno de la Ciudad de México, con motivo de la celebración de los Juegos Olímpicos, se organizó un concierto en la Alameda Central, del cantante español, cuyo nombre completo es Miguel Rafael Martos Sánchez.

Lo he mencionado, porque una de las canciones que le dieron fama en el mundo, y que aquí causó una gran admiración y le encantó al público fue “Mi gran noche”.

Parafraseando la letra de esta canción, me atrevo a pensar que se puede aplicar al gobierno federal que desde el Ejecutivo nos gobierna. En una de sus estrofas, refiere que no sabe qué pasará, que esa noche puede ser su gran noche; continúa diciendo que habrá un misterio en esa noche, que solo podrá dilucidarlo al día siguiente.

Cuando triunfó López Obrador y después de ser vitoreado entusiastamente y con emoción por la gente que le aplaudía a su paso, pronunció un discurso que por los conceptos expresados, se podía anticipar que su gobierno sería un gobierno de cambios positivos para el país; que se avecinaba una mejor administración; que sería al final de cada día de esa administración, una gran noche y que al despertar, los mexicanos tendríamos algo que no conocíamos; que, como dice esa canción, habríamos de reír, bailar, y desterrar la tristeza y el mal.

No podíamos pensar otra cosa. En ese discurso, invitó textualmente a la “reconciliación”; aseguró “la libertad de expresión”; “libertad empresarial”; “reconocimiento de los compromisos contraídos con empresas nacionales y extranjeras”; “ser amigo de todos los pueblos del mundo” y que buscaría: “pasar a la historia como un buen Presidente de México”.

Por eso pensé que como en la canción de Raphael, cada día amaneceríamos con una sorpresa grata y favorable para el progreso del país, y mejores expectativas para todos. Y sí, efectivamente cada día, amanecemos con un escenario que pensaríamos no sucedería, y no sabemos, de aquí al 30 de septiembre del 2024, con que otros misterios se iniciarán los próximos días.

Para comenzar, “reconocer los compromisos contraídos con empresas nacionales y extranjeras”, lo vimos derrumbado con la suspensión de la construcción del aeropuerto de Texcoco.

La amistad con todos los pueblos del mundo la contemplamos severamente lastimada, desde la solicitud de perdón a España y al Vaticano por los hechos de la conquista; la agresión constante al gobierno español, diciendo repetidamente, que “no somos tierra de conquista”, hasta la absurda “pausa” determinada en nuestras relaciones con ese país.

Tampoco cumple con el compromiso de la “amistad con todos los pueblos del mundo”, cuando agrede a la Canciller pa nameña, quien elegantemente, conocedora de la diplomacia, dice que ya respondió a la solicitud de beneplácito de una persona que se había propuesto como Embajador en ese país, y sobre la que no existe muy buena fama pública.

Y lo de la “libertad de expresión” lo vulnera y lastima de manera inaudita con la divulgación de los supuestos ingresos del periodista Carlos Loret, a quien además insulta con la mayor ligereza, desde la tribuna más alta de México, que es así, porque es la suya.

Con todo esto, y muchas otras acciones que dejo de mencionar por falta de espacio, miro muy difícil se cumpla su ilusión, cada vez más lejana, de pasar a la historia como un buen Presidente.

Para terminar, le pregunto al Fiscal en el Estado de México ¿Alejandro ya iniciaste la Carpeta de Investigación, para averiguar si efectivamente Delfina Gómez, en Texcoco hizo descuentos a sus empleados?

Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM