Son los homicidios perpetrados en contra de figuras relevantes de la sociedad. Uno de los primeros que se registra es el cometido en contra de Moctezuma. A propósito de su muerte hay opiniones diferentes, una de ellas dice que fue muerto a pedradas por los aztecas, y otra que fueron los españoles quienes lo mataron.

Antes de catorce meses después de su muerte, cayó Tenochtitlan, y fue asesinado por órdenes de Cortés, años después. Sus restos, fueron encontrados por la profesora Eulalia Guzmán en 1949.

En la lucha por nuestra independencia, ubicamos como magnicidios, entre los cometidos en contra de muchos otros insurgentes, la muerte de Hidalgo, Morelos y Vicente Guerrero.

Dando un salto de decenios, llegamos a la muerte de Francisco I. Madero y de José María Pino Suárez, ordenadas por Victoriano Huerta.

Durante esa época se cometen los homicidios de Emiliano Zapata en abril de 1919 y de Francisco Villa en agosto de 1923. Es también en esa etapa en donde se presenta el magnicidio en contra de Venustiano Carranza en Tlaxcalantongo, Puebla, en la madrugada lluviosa del 21 de mayo de 1920.

Los partidarios de Carranza llegaron a decir que el que “a hierro mata, a hierro muere”, cuando el 17 de julio de 1928 fue asesinado Álvaro Obregón Salido, a quien consideraban el autor intelectual de la muerte de Carranza.

Como magnicidio se clasifica también la muerte del cardenal Jesús Posadas Ocampo en el aeropuerto de Guadalajara, en mayo de 1993, atribuible a una confusión de la víctima con el narcotraficante Chapo Guzmán.

1994 fue un año que sacudió a México con dos homicidios relevantes que marcaron cambios importantes en la vida política del país. El 23 de marzo, en la ciudad de Tijuana, fue privado de la vida, por un asesino solitario, el candidato presidencial del PRI a la Presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio.

Ese año también, el 29 de septiembre, al salir de una reunión con diputados de su Partido, fue privado de la vida el diputado José Francisco Ruiz Massieu, quien estaba como líder de la bancada de sus compañeros legisladores. Su muerte cimbró la situación política nacional.

En tiempos actuales, la fuerza del narcotráfico y la delincuencia organizada tienen sometida a la sociedad nacional a escenarios que no nos hubiéramos podido imaginar ni con el mayor pesimismo ni la más acendrada antipatía en contra del gobierno. El sexenio que terminó el año pasado, con una política errónea y realmente antipatriótica, permitió, alentó, apoyó y fue protectora de la delincuencia encargada de cometer delitos contra la salud, extorsiones, huachicol y homicidios.

El ambiente contaminado que sufrimos socialmente no puede, de manera alguna, como lo hace la actual Presidenta, atribuirse a gobiernos de hace varios sexenios. De ninguna manera, es culpa directa del anterior que repartió abrazos en vez de justicia.

La muerte de Carlos Manzo en Michoacán, aunada al crimen de otros presidentes municipales sea no solo, como dijo su viuda, desgarradora para el corazón, que lo es para su familia y para el país, sino el detonante que permita una efectiva lucha en contra de la delincuencia cuidada por López Obrador.

Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM

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