La vida de los expresidentes debe ser difícil, de un día para otro dejan el poder que tenían; carecen de las muestras de respeto generalizadas de las que disfrutaron durante su mandato.

Si hacemos un análisis de los más recientes casos, nos encontraremos situaciones interesantes que hablan de la personalidad del entrante y del saliente.

En los hechos que ahora se están viviendo con el inicio del nuevo sexenio, podemos advertir que hay una continuidad entre quien ahora formalmente ostenta ese cargo, y quien formalmente lo dejó.

Se advierte además que la presencia de López Obrador y su fuerza se manifiesta tanto en las políticas del Poder Ejecutivo, como del Legislativo. En su rancho, o donde esté, debe sentirse muy satisfecho de cómo sigue influyendo en las decisiones trascendentes como irrelevantes de la política nacional.

Se aprobaron, en los términos que deseaba las iniciativas demoledoras de instituciones, presentadas el pasado 5 de febrero, como también las no de tanto calado, como exigirle disculpas a España por la conquista, lo sigue enarbolando la actual Presidenta, menos mal, que no exigió también se nos pidiera perdón por la invasión americana de 1847, eso sería grave que se le exigiera al presidente electo de los Estados Unidos.

En el caso anterior, Peña Nieto dejó de intervenir en la cosa pública desde antes de concluir su mandato, de esa manera López Obrador si bien concluyó su mandato dos meses antes, comenzó a intervenir en asuntos de la política nacional, sin haber tomado posesión.

A él le correspondió recibir el mando de un hombre cuyas cualidades no pueden ni deben ser escamoteadas, Felipe Calderón fue un presidente serio y bien intencionado, que será valorado positivamente.

Felipe Calderón llegó a su elevada responsabilidad en momentos muy difíciles, con una mínima ventaja sobre López Obrador, quien por cierto, le dedicó muchas mañaneras para criticarlo y hablar de un inexistente fraude electoral.

En el caso de la sucesión de Fox, esta fue tranquila y su antecesor, Ernesto Zedillo reconoció su triunfo en las urnas y así como hubo un respeto a su mandato, así también de Fox para Zedillo, no hubo ni críticas infundadas ni afirmaciones contrarias a la política que se había seguido.

La sucesión de Zedillo sí fue accidentada, concretamente se le fincaron responsabilidades penales a un hermano de Carlos Salinas, que lo llevaron a que pasara varios años privado de la libertad en una cárcel de alta seguridad.

Carlos Salinas protestó como presidente y mantuvo las mismas directrices económicas que se señalaron desde el gobierno anterior.

En el caso de Miguel de la Madrid, sí se presentaron ataques en contra de José López Portillo, a través de personas muy cercanas al expresidente, como fue en el caso de quienes fueron Director de Petróleos Mexicanos y el Jefe de la policía de la Ciudad de México, entre otros.

López Portillo, para evitar cualquier intervención de su antecesor, prefirió nombrarlo embajador en Australia y después en la Unesco.

En el caso de Echeverría, Diaz Ordaz se sintió traicionado por Echeverría por haber incluido en su gobierno a quienes habían participado en el movimiento del 68. López Mateos, con el propósito de que tuvieran actividades que realizar, les encargó a los expresidentes distintas tareas de orden público.

Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM.

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