Las encuestas señalan a México como un país alegre, sin embargo, creo que en estos momentos, desafortunadamente con razón, nos invade la tristeza. Hemos de creer que los homicidios han disminuido en un porcentaje importante, pero los números de las personas que pierden violentamente la vida siguen siendo alto.
De la misma manera, ha causado dolor social mirar la fotografía de un padre cargando a su pequeño hijo y mostrándole el cielo claro de una noche michoacana, minutos antes de ser asesinado, solamente porque con valor y decisión se había abocado a buscar la paz y tranquilidad para el municipio que gobernaba.
Su muerte dolorosa despertó en el país coraje y decepción. Aunque llevamos años mirando de manera cotidiana la comisión de delitos como homicidios, secuestros, extorsiones, no por eso nos hemos acostumbrado a vivir así, y menos a creer que hemos de resignarnos a sufrir esa situación dramática ante la ineficiencia del gobierno. El éxito, en todos los órdenes, se califica por los resultados y, en ese sentido, a pesar de lo que se afirme en las conferencias matutinas, los mexicanos no tenemos razón para sentirnos orgullosos de nuestros gobernantes.
Vicente Fox, con su estilo claro, y quizá un tanto brusco para expresarse, se refirió al homicidio del presidente de Uruapan, y dijo que provocó un porcentaje importante en la disminución de las simpatías que pudiera tener la actual administración.
Dura declaración que criticó la Presidenta y la consideró como “terrible” y dijo que durante el gobierno de Vicente Fox se habían padecido muchos actos de corrupción de la familia presidencial, aunque eso nada tenga que ver con la violencia que padece la nación.
La corrupción que se sufre ahora en este gran país es ostensible y descarada. El director de Pemex, y sus colaboradores cercanos, de una mala administración en ese organismo, ahora están con muchos mejores sueldos en el Infonavit; el senador tabasqueño Adán Augusto, a pesar de que nombró cuando era gobernador a una persona presunta responsable de graves delitos, continúa con tranquilidad mirando los juegos que le interesan en las sesiones y disfrutando de los millones de pesos que dice son producto de sus servicios profesionales; la gobernadora de Veracruz se aumenta un 25% de sueldo y también a su personal de confianza; familiares cercanos a un miembro del anterior gabinete se han dedicado al huachicoleo.
Hemos de reconocer en esta administración la impunidad de la que disfrutan muchos políticos y sus parientes. Van apenas en su primer año, y la corrupción, con mucho, rebasó la que se le pudiera atribuir al gobierno de Vicente Fox.
La 4T, por muchas razones, es incapaz para gobernar y cumplir los objetivos que de cualquier nación esperan los gobernados. No hemos tenido un crecimiento económico significativo; no hemos mirado una auténtica y verdadera austeridad en el gasto personal de los militantes de Morena; se han extinguido instituciones que, creadas hace años, buscaban un desarrollo con una mayor democracia; se perfila una reforma electoral que pretende concentrar el poder en su beneficio, como fraguando una revocación de mandato anticipada para que la popularidad que dicen algunas encuestas disfruta la Presidenta beneficie al gobierno en las elecciones intermedias.

