El pasado 9 de febrero, en el Castillo de Chapultepec, se realizó la ceremonia tradicional celebrada todos los años, para recordar la postura valiente de quienes eran alumnos del Colegio Militar cuando, en 1913, escoltaron al entonces Presidente de México, Francisco I. Madero, en su recorrido a Palacio Nacional. Es una evocación que demuestra el institucional, leal y patriótico comportamiento que desde siempre ha caracterizado a los alumnos del Colegio Militar y al Ejército Mexicano.
Como se ha venido haciendo, el titular del Ejecutivo, ahora por primera vez fue una mujer, nuestra Presidenta, quien viajó en un vehículo militar para llegar al Castillo de Chapultepec.
Al mirar ese recorrido, contemplar la valla que con gallardía realizan nuestros cadetes, futuros generales, observar la postura seria e impecable de los jefes de la Defensa y la Armada, y ver a la doctora Sheinbaum, con la imagen que refleja la titularidad del Poder que preside, nos sentimos emocionados y orgullosos de nuestra historia que por momentos nos permite olvidar distintas acciones oficiales equivocadas.
Imagen patriótica rubricada con la entonación de nuestro himno que nos hermana y nos hace sentir el orgullo de nuestra nacionalidad, como también vivir el honor de ser mexicanos cuando la Presidenta evoca a los mexicanos héroes de 1847 y 1914.
Es en esos momentos cuando recordamos las palabras con las que Madero se dirigió a los jóvenes que lo acompañaban, que estaban a su lado para cuidarlo y proteger la investidura presidencial. Se dirigió a los cadetes mencionándoles que unos malos mexicanos se habían sublevado contra su gobierno, que ellos, herederos de las puras y nobles tradiciones de lealtad a las instituciones legalmente constituidas, lo escoltarían hasta Palacio Nacional, para demostrarle al pueblo que habían triunfado en contra de los infidentes y desleales.
En su discurso, del pasado día 9, el general secretario de la Defensa Nacional, Ricardo Trevilla Trejo, dirigiéndose a la Presidenta, le expresó: “Es un orgullo que sea nuestra Comandanta Suprema, no solo por ser la primera mujer en ocupar este cargo, sino por su valentía, sensatez y nacionalismo”
Es un acto de justicia honrar a nuestros soldados. A ellos la Patria les debe reconocer su patriotismo y permanente entrega en bien de México para servirlo y ser garante cuando se ha requerido de su colaboración y apoyo.
Acto de Justicia fue también la presencia de un militar ejemplo de honradez, lealtad y pulcritud institucional, el general Salvador Cienfuegos Zepeda, quien fue objeto de falsas y temerarias acusaciones, que no pudieron sostenerse, menos probarse, por lo absurdo de las mismas, y llegó a México para que aquí se le investigara y fue total y absolutamente exonerado por la Fiscalía General de la República. Las estrellas que lleva en la frente no solo son identificación de su grado, son también un orgullo para el ejército y los mexicanos.
Así como celebramos con emoción y orgullo la presencia del divisionario, lamentamos la ausencia de la Presidenta de la Suprema Corte. Ignoro si es decisión de la doctora Sheinbaum o recomendación o indicación, lo que sería más grave, que viene del sur.
Y ante la institucionalidad de la ceremonia a la que me he referido, sigue caminando esa reforma judicial que no solo destruye la división de poderes, la carrera judicial y acaba con un largo camino recorrido por el Poder Judicial para irse superando, sino que ni siquiera cumple las reglas por sus creadores establecidas.
Aguardo y confío, abrigo con vehemencia la esperanza de que se respeten los principios fundamentales de nuestra estructura jurídica y política, y no se quiera seguir imponiendo ideas absurdas amparadas en una cuestionada mayoría calificada.
Profesor. Facultad de Derecho UNAM