En solo 6 semanas de gobierno, Trump ha dejado claro que está dispuesto a obtener lo que busca a costa de lo que sea. Dejando a un lado las convenciones que impone la diplomacia, ha instituido una nueva forma de negociar con sus homólogos de otros países, imponiendo la lógica del poderoso de manera agresiva y sin respeto a los acuerdos internacionales. Esto ha generado diversas reacciones en la comunidad internacional, pero, sobre todo, ha derrumbado las certezas que, de manera frágil, se habían construido a lo largo de los años en el orden internacional, reemplazándolas por el caos que genera la incertidumbre.
Al inicio de esta semana, Trump anunció la aplicación de aranceles para Canadá, China y México, los dos primeros no tardaron en responder con medidas recíprocas, mientras que la presidenta mexicana tuvo una reacción más cautelosa: anunció un mitin en el Zócalo para informar sobre medidas arancelarias y no arancelarias en respuesta a la imposición unilateral del 25% por parte de EU e informó que sostendría una llamada telefónica con Trump, cosa que sucedió el día de ayer.
Un mes atrás, el 3 de febrero, ambos mandatarios ya habían hablado por teléfono y Trump accedió a suspender por un mes la imposición de los aranceles a cambio de la cooperación de México en temas de seguridad y migración. México colaboró estrechamente con Estados Unidos enviando 10 mil elementos del Ejército a la frontera sur, capturando criminales, realizando decomisos de fentanilo, y enviando de manera expedita a territorio estadounidense a 29 criminales de alto rango. Sin embargo, ya sea por considerar insuficientes las medidas (falta aún detener y entregar a políticos relacionados con grupos criminales), o porque lo planeó así desde un principio, anunció nuevamente la imposición de aranceles para los productos mexicanos.
Pero el día de ayer en llamada telefónica, la presidenta Sheinbaum fue capaz de suspender otra vez la aplicación de los aranceles anunciados para todos aquellos productos contemplados en el T-MEC, al menos hasta el 2 de abril próximo que Estados Unidos definirá si impone aranceles recíprocos a varios países. Horas después Trump anunció que suspendería también los aranceles para Canadá por el mismo periodo.
La postura de la presidenta mexicana frente a Trump se ha caracterizado por no caer en provocaciones, logrando con éxito frenar las amenazas, sin embargo, esta nueva prórroga en la aplicación arancelaria responde también a otras motivaciones. La potencial aplicación de aranceles genera preocupación en ambos lados de la frontera para los consumidores y también frente a parte del sector empresarial estadounidense que se verá directamente afectado. Las principales automotrices y otros grupos empresariales han intentado sin éxito hacerle entender a Trump que la imposición de aranceles a productos mexicanos que integran la cadena de valor de productos finales estadounidenses o que son consumidos en su territorio afectará considerablemente a las empresas de ese país. Asimismo, el trabajo coordinado del gabinete de seguridad, encabezado por el secretario Omar García Harfuch, y del equipo de la Secretaría de Economía encabezado por Marcelo Ebrard, con sus contrapartes en Estados Unidos, contribuyeron en gran medida a lograr este resultado.
México ha esquivado los aranceles por ahora, pero mientras Trump siga en el poder, la amenaza será constante. Su estrategia basada en la incertidumbre y la confrontación ha desestabilizado la cooperación internacional y erosionado la confianza entre países. Este estilo de negociación, que mezcla proteccionismo extremo con desprecio por las reglas globales, no solo afecta a México, sino que añade un factor de riesgo para la economía y la gobernanza mundial, poniendo en juego el equilibrio global.
@EuniceRendon