A través de Hip Hop por la Paz hemos conocido historias marcadas por contextos difíciles y búsquedas personales que hoy inspiran y construyen comunidad:

MC Crimen creció entre violencia, adicciones y prostitución en Ciudad Juárez. La calle fue su hogar y las drogas marcaron su adolescencia: a los 16 ya estaba internado. Desde los 12 encontró en la poesía y el rap una forma de contar su realidad, y a los 17 grabó sus primeras letras, ganando respeto incluso en barrios enemigos. Canciones como La historia de Carlitos y De cacería nacieron de su historia y de la pérdida de más de 19 amigos en la época más violenta de la ciudad. Hoy, es tallerista, promotor cultural y una inspiración para adolescentes que, como él, crecen rodeados de factores de riesgo. “El rap me salvó la vida —dice— y ahora quiero que salve la de otros”.

Ceerrape, originario de Neza, encontró en el grafiti y luego en el rap una forma de expresar lo que lo rodeaba. Inspirado por Aerophon Crew, escribió su primera canción: La libreta de los sueños, y descubrió el poder de una hoja y una pluma para liberar mente y sentimientos. Para él, escribir y cantar significa construir comunidad y ser la voz de quienes no pueden hablar, como lo muestra su canción El retorno del rey, dedicada a un familiar en prisión. En Hip Hop por la Paz ha encontrado un camino para llevar luz a los barrios y demostrar que incluso un pequeño cambio puede transformar la sociedad.

Libra Venegas, de Durango, descubrió en el rap una forma de transformar su entorno. Su madre le decía: “Haz lo que quieras, vete con los de la esquina, pero estudia una carrera”. Y lo hizo, solo para poder ir con los raperos. Hoy tiene dos facetas: el rap y la docencia. “Empecé muy joven, cuando éramos pocas mujeres rapeando, pero con el tiempo muchas más se animaron. Me emociona ver cómo Hip Hop por la Paz ha tendido un puente entre las calles y las instituciones: cuando las autoridades nos escuchan, se emocionan y entienden que desde este género también se construye”. Muchos amigos encontraron en la música una salida de las drogas y hoy, ya más conscientes, hacen un hip hop distinto: más reflexivo y más humano”.

Vázquez LDB, originario de Aguascalientes, escribe desde lo que vive. Para él, las dos canciones más fáciles de componer han sido también las más dolorosas: una sobre la adicción de su padre a las drogas y otra sobre la pérdida de una amiga que no sobrevivió a un trasplante de corazón. Su voz surge del dolor que lleva dentro, y hoy es admirada por miles de personas que lo siguen en redes. Su padre lo escucha desde el público, y más de una lágrima se escapa entre los amigos que lo oyen. Allí no importa mostrar emoción; es la historia de muchos, y se respeta y admira profundamente a quien pone en palabras lo que otros sienten.

Amenaza, nacido en SLP, llegó al hip hop de manera curiosa. Cada Navidad, unos jóvenes de Estados Unidos visitaban a sus familiares, que eran sus vecinos, y él los observaba: cómo se vestían, cómo hablaban y cómo compartían su música. Le dejaban casetes, y aunque no entendía las letras, le gustaba lo que escuchaba. A los 14 años comenzó a rapear; el hip hop decía lo que él vivía y lo que quería expresar. “Por eso canto en primera persona, hablo de mis experiencias, de lo que soy. Cada disco refleja una etapa de mi vida: primero la del chico de la calle, ahora una más madura. Mi narrativa cambió, igual que yo”.

Don San, de Jalisco, cuenta que a los 13 años su mamá lo llevó a Estados Unidos. Allí entró en pandillas y fue encarcelado durante año y medio, un periodo que describe como su época más oscura. Después de experimentar el rap malandro, pasó al rap conciencia, abordando las historias y los derechos de los inmigrantes en el norte. Hoy sabe que puede transmitir un mensaje positivo. “Cuando me preguntan ‘¿cómo esos pandilleros hablan de paz si ya hicieron un desastre?’, yo les respondo que no quiero que mis hijas pasen por lo que yo viví. Quiero llevar un mensaje de paz y conciencia para que ellas puedan salir a la calle sin miedo, sin mirar atrás, y crecer con una mentalidad distinta a la que yo tenía cuando era morro”.

La paz no se dicta ni se enseña; se construye en diálogo con quienes la viven y la buscan desde sus propios códigos. El hip hop ha resultado, en ese sentido, una poderosa forma de encuentro.

@EuniceRendon

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