La nueva orden ejecutiva del presidente Donald Trump, que pretende instalar un centro de detención para 30 mil migrantes en Guantánamo, es una clara manifestación de la brutalidad de sus políticas inhumanas, y de su afán de desafiar, de manera sistemática, los frágiles avances de la agenda demócrata. No solo es un paso más en su campaña antiinmigrante diseñada para sembrar el miedo, deshumanizar a quienes buscan una vida mejor y perpetuar políticas de exclusión y represión, sino que va mucho más lejos en su beligerancia, al escoger un lugar que representa un símbolo de la violación sistemática al derecho internacional y a los derechos humanos. Esta iniciativa está cargada de implicaciones éticas y legales que deberán ser analizadas con detenimiento.
Desde su apertura como prisión militar por George Bush en 2002, Guantánamo ha sido escenario de detenciones arbitrarias, tortura y tratos crueles, inhumanos y degradantes. Ubicado en territorio cubano, es solo uno de los centros de detención instalados fuera del territorio estadounidense en los que se encuentran personas detenidas sin cargos y de manera indefinida, acusados de estar relacionados de cualquier forma con actos terroristas.
Organismos internacionales, incluida la ONU, han exigido reiteradamente su cierre, argumentando que la prisión representa una violación del derecho internacional. Originalmente creada para mantener a individuos considerados una amenaza para la seguridad nacional fuera del sistema judicial estadounidense, Guantánamo simboliza los excesos de la “guerra contra el terrorismo”. Tras los intentos fallidos de cierre bajo el gobierno de Obama y el propósito incumplido durante la administración de Biden, mantener su operatividad e incluso ampliar su funcionamiento encaja perfectamente con el tono que Trump ha marcado desde su campaña y en sus primeros días en el poder.
Convertir Guantánamo en un centro de detención masiva para migrantes revive ese capítulo aún latente, pero a menudo relegado al olvido, contraviniendo principios básicos del derecho internacional, entre ellos el de no criminalizar a quienes buscan protección humanitaria. Detener a migrantes en un entorno marcado por el abuso institucionalizado es la máxima expresión de la criminalización, medida absolutamente inhumana y desproporcionada.
Según informes, los detenidos en Guantánamo han sufrido secuelas psicológicas duraderas debido a las condiciones de aislamiento, la tortura y la falta de acceso a justicia. Trasladar esta experiencia a personas migrantes es ignorar intencionalmente el daño que se les inflige. Esta medida transformaría la gestión migratoria en una herramienta de castigo, inobservando las obligaciones de Estados Unidos bajo el derecho internacional.
El aspecto económico de esta propuesta también es destacado. Mantener Guantánamo es exorbitantemente costoso: actualmente, cada prisionero cuesta más de 13 millones de dólares al año. Este gasto incluye infraestructura, operaciones de seguridad desmesuradas y servicios médicos especiales. Ampliar su uso para albergar a miles de migrantes generaría una carga desproporcionada para los contribuyentes, especialmente cuando existen políticas más efectivas y humanas, como la inversión en sistemas de procesamiento migratorio ágiles y el fortalecimiento de las comunidades fronterizas. Sostener y ampliar Guantánamo pone en evidencia las contradicciones en el discurso de Trump, que ha recortado recursos en apoyos sociales, diplomacia y ayuda internacional.
La propuesta de Trump no busca resolver el problema migratorio, sino reforzar la percepción de que los migrantes son una amenaza. La estrategia gubernamental estigmatiza a personas que huyen de la violencia, la pobreza o la crisis ambiental, perpetuando el miedo y estereotipos negativos, equiparando la migración irregular con la criminalidad, y sugiriendo incluso —de manera vedada— una vinculación con el terrorismo. Esta criminalización masiva no solo afecta a los migrantes, sino también al tejido social de las comunidades receptoras, ya que busca reconfigurar la percepción pública de los migrantes, presentándolos como criminales.
@EuniceRendon