Tuve la fortuna de ser uno de los 13,107 espectadores que asistieron el pasado 19 de julio al MGM Grand Garden Arena en Las Vegas, Nevada, para presenciar el regreso de Manny Pacquiao a los encordados tras cuatro años de ausencia. Como era de esperarse, había muchas preguntas en el aire sobre el desempeño del legendario tagalo —recientemente inducido al Salón de la Fama—. De eso hablaremos más adelante, pero les adelanto algo: hacía mucho tiempo que no se respiraba esa mezcla de añoranza y magia. Estuvimos en presencia de uno de los más grandes de la historia, un hombre que parece no querer retirarse jamás. Créanmelo: vivimos un momento que fue más allá de lo mágico.
En mis tarjetas no oficiales, vi ganar a Mario “Azteca” Barrios con una puntuación de 116-112 sobre el “Pac-Man”. Creo que el texano de sangre mexicana respetó en exceso al ídolo filipino. No lo justifico, pero lo entiendo: debe ser un sueño hecho realidad enfrentar a quien admiras. ¿Cómo puedes lastimar a tu ídolo?
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No sé si los fanáticos del boxeo dimensionan realmente lo que Manny Pacquiao —nacido en General Santos, Filipinas— representa no solo para el pugilismo, sino para el deporte mundial. Emmanuel Dapidran Pacquiao es irrepetible, no solo por sus glorias con los guantes, sino por el ser humano que es. Su grandeza en el ring es proporcional a su humildad fuera de él. Es, sin duda, la persona más sencilla que he conocido en este deporte. Pacquiao es único en todo sentido.
Si hablamos estrictamente de su rendimiento sobre el ring, debo ser honesto y frío: Pacquiao ya no es el mismo. Hoy tiene 46 años y esta versión del ex campeón mundial está lejos de aquella que dominó en sus años dorados. Su actuación me hizo recordar una de las joyas de Juan Gabriel: “Abrázame que Dios perdona, pero el tiempo a ninguno”. Qué frase tan cruda, pero tan cierta. Porque sí, Dios perdona… pero el tiempo, ni al mismísimo Pacquiao.
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Cierro los ojos y aún puedo sentir la energía que brotaba de la multitud. El público enloquecía con cada golpe, cada intento, cada destello de genialidad de su ídolo. Por momentos, el MGM Grand Garden Arena parecía una sucursal de la antigua Castañeda: un manicomio boxístico. Si me pidieran una sola palabra para describir lo vivido, elegiría “frenesí”… pero uno netamente boxístico.
Después de 73 combates profesionales, 510 rounds en el boxeo rentado, el récord de haber conquistado títulos en cuatro décadas distintas (1990, 2000, 2010, 2020) y una carrera de 30 años… sinceramente, no creo que Pacquiao tenga algo más que demostrar. Aunque, se rumora que su verdadero objetivo es tentar a Mayweather a salir del retiro y enfrentarlo por segunda vez. ¿Qué opinan ustedes?
Venga lo que venga, para Manny Pacquiao, una cosa es cierta: su magia opaca al mismísimo David Copperfield. Porque la luz del tagalo está destinada a brillar eternamente en el firmamento de los más grandes de todos los tiempos.