El dolor del alma es el dolor más profundo que existe, yo he sufrido fracturas, dolorosas enfermedades, pero nada comparado con el dolor de perder a un amigo, un amigo que se convirtió en hermano y ese hermano al que me refiero será recordado eternamente como “El Magnífico” Vázquez, el guerrero implacable en el encordado y el hombre más humilde, tierno y noble abajo del tinglado, así era en vida Israel Vázquez Castañeda.
Carlos Mejía Godoy el gran cantautor nicaragüense escribió en una de sus más grandes obras musicales llamada “Comandante Carlos Fonseca Amador” lo siguiente: “Poseídas por el Dios de la furia y el demonio de la ternura, salen de la cárcel mis palabras...” Está frase me hace recordar al gran guerrero chintololo Israel Vázquez que, efectivamente era poseído por el Dios de la furia al pelear y luego del combate era poseído por el demonio de la ternura, vamos, Israel era implacable en el combate y generoso en la victoria.
No alcanzaría un groso libro para poder contarles todas las anécdotas que viví con mi Figura (como cariñosamente le llamaba), tanto en Univisión Deportes como en las innumerables cadenas donde narramos las hazañas de aquellos que se subían al igual que el al cuadrilátero para darle de comer a sus familias y aspirar a una vida mejor, y de paso dejar un legado en el único deporte que no se puede jugar. Y vaya que, hablando de legado, el de Vázquez Castañeda es de Salón de la Fama, aunque en Canastota nunca lo entendieron, pero el público del boxeo mundial, inmortalizó a Israel el mismo día que colgó los guantes, allá en el ya lejano 2010, Israel sin duda tenía estatura y porte de inmortal.
En mayo del 2015 fui testigo de cómo Floyd Mayweather Jr. y Manny Pacquiao le rendían pleitesía al guerrero mexicano, los dos inclinaron la cabeza ante Israel coincidiendo en lo mismo: “Este si es un verdadero guerrero”.
Pero debo decir que lo más grande de Israel no fue su fiereza en el boxeo, su verdadera grandeza fue el vencer toda adversidad con infinita gallardía e hidalguía, literalmente era indómito e invencible y lo único que lo derretía era su esposa Laura, sus hijos Israel Jr., Anthony y su princesa Zoe.
Debo confesarles que en mi travesía de cerca de cinco mil quinientas millas de Las Vegas hacia Hamburgo, Alemania para atender la convención anual del Consejo Mundial de Boxeo y darle un fuerte abrazo a mi hermano Mauricio Sulaimán, el viaje ha sido duro pues no hay momento en el que pueda quitarme de la mente a Israel; Te fuiste muy joven y me siento desolado hermano, espero estés allá arriba con Dios en tu esquina, pues a pesar del profundo dolor de no poder verte ni llamarte, entiendo que ya merecías descansar, pues en tu fugaz paso por la vida viviste intensamente y creo fervientemente que Dios andaba escaso de ángeles y por eso te llamó tan pronto.
Vuela alto mi Figura.