El pasado 22 de febrero se cumplieron 112 años del asesinato del presidente Francisco l. Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez.
Francisco I. Madero, “El Apóstol de la Democracia”, fue el prócer cuyos ideales, lucha y amor a la patria le enfrentaron al gobierno porfirista que duraba ya 35 años; su Plan de San Luis Potosí logró por la vía armada concebir un país democrático, libre, más justo. Sin embargo, a pesar derrotar a Porfirio Díaz, quedó el resabio del régimen autoritario que fue fraguando paso a paso la caída.
La traición encarnada por los conservadores, el comandante de las Fuerzas Armadas, Victoriano Huerta, y el entonces embajador estadounidense, Henry Lane Wilson, se confabuló para cometer el artero magnicidio que cortó de tajo el primer gobierno democrático de México. No obstante, las muertes de Francisco I. Madero y del vicepresidente Pino Suárez no fueron en vano; la visión de gobierno del primero ha quedado escrita muy alto en nuestra Historia.
El lema del mencionado Plan de San Luis era “Sufragio efectivo no reelección”, en frontal oposición a las tramposas reelecciones porfiristas.
“Sufragio efectivo” surgió de que Madero les había solicitado a sus simpatizantes que al votar registraran toda artimaña antidemocrática –hecho muy común entonces– para que su voto fuera realmente efectivo, válido. Fue el primer presidente en pedir a la ciudadanía vigilar, documentar y evidenciar el fraude electoral, bajo el principio de que cualquier persona o ciudadano debe tener la libertad de poder elegir a sus gobernantes, sin amenazas, trampas o engaños.
La segunda frase, “no reelección”, iba dedicada en especial a combatir la dictadura y los cacicazgos, pues el pueblo de México no debía estar condenado a soportar malos gobiernos.
A pesar de la máxima maderista, de 1913 a 2006, con la salvedad del periodo del presidente Cárdenas, no dejó de haber fraudes electorales que costarían la vida a miles de personas; hasta que en 2018, Andrés Manuel López Obrador finalmente pudo llegar a la primera magistratura del país, lo que dio inició a la primera parte de la Cuarta Transformación. De esta, surgieron dos reformas constitucionales destacadísimas: la consulta popular y la revocación de mandato; además, por primera vez en la historia se llevó a cabo la elección de una mujer a la Presidencia, mediante sufragio libre y secreto, luego de 200 años de República.
Ahora, la presidenta Claudia Sheinbaum ha retomado la máxima del “sufragio efectivo no reelección” enviando una iniciativa que refuerza el combate a cacicazgos y nepotismos; y ha ido más lejos aún, haciendo realidad que el pueblo también pueda elegir democráticamente a quienes van a impartir justicia en el país.
El ideal de Madero terminó con 35 años de porfiriato; AMLO, con 36 años de saqueos neoliberales; la presidenta Claudia Sheinbaum, con 200 años de invisibilidad hacia las mujeres y con la corrupción en el sistema de justicia. El mismo pueblo, democráticamente ha permitido todas estas transformaciones.
Y Democracia, no se trata sólo de votar cada tres o seis años, sino de entender que es la mejor forma de relación entre ciudadanía y su gobierno lo que permite acceder a la mayoría a una vida mejor.
Consejera jurídica de la Presidencia