Claudia Sheinbaum podría querer. Pero no puede.
Podría intentarlo, pero sería frenada.
Con todo su poder, ganaría si se decidiera. Si se arriesgara.
Pero convencida de que saldría perdiendo, no hará nada distinto de lo que ha hecho hasta ahora. No por el momento.
La única opción que tiene es administrar, sobrellevar los conflictos. Ataques. Presiones. Chantajes que le llueven de afuera. De adentro. De todos lados. De todas las magnitudes. Por todos los motivos.
Su decisión de no cambiar nada que altere significativamente la misión que tiene como constructora del segundo piso de la transformación, la limita. La amarra. La sujeta en grado sumo.
Su empeño en mantener los planes de su antecesor, es su limitante más fuerte. Es la camisa de fuerza que no le permite hacer su voluntad. Conducir al país. Tomar decisiones. Ejercer el poder. Gobernar. Ser ella. Ser presidenta.
Esa es la situación, ahora, de Claudia Sheinbaum por su relación con Andrés Manuel López Obrador, que implica e impacta negativamente a todos los mexicanos.
El ex presidente, para ella, parece la única prioridad. Interés. Deber. Compromiso. Le cumple a él, al costo de abandonar y/o de actuar contra sus gobernantes. Solamente sus antidemocráticas reformas así lo acreditan.
Toma decisiones que sólo van en línea con él. Con sus deseos. Intereses. Caprichos. Que repercutan perniciosamente en la ciudadanía no le preocupa.
Frente a Estados Unidos, que es de dónde ha recibido todo tipo de exigencias, ha respondido con hechos y con discursos, según el caso. Pero estos se agotan.
La primera satisfacción que dio al gobierno de Donald Trump, fue blindarle su frontera con 10 mil elementos de la Guardia Nacional seguramente a un altísimo costo, de lo cual a nadie ha enterado.
Ese tema, que era de los más complejos en las relaciones México-Estados Unidos, parece haber sido “resuelto”. Al menos temporalmente. Ya no figura entre los más urgentes a resolver.
Otorgar esa concesión, le permitió conseguir una especie de moderación. Pausa. Paréntesis en las funestas intenciones arancelarias que pendían sobre las exportaciones mexicanas.
Lo que aparentemente son actos de correspondencia de los norteamericanos en el contexto de la buena relación que presume la presidenta, en realidad son paliativos y aplazamientos.
Donald Trump volverá a la carga una y otra vez. Cuantas veces lo considere necesario. Conveniente. Ventajoso. O simplemente por el placer de hacer patente su enorme poder.
Para eso, tiene una veta riquísima. Enorme. Inagotable: la narcopolítica. Los gobernantes vinculados con el crimen organizado.
Su administración cuenta con información detallada. Expedientes de cuantos políticos hayan tenido relaciones. Tratos. Negocios con los cárteles de la droga. Es un arma. La esgrimirá para amagar. Obtendrá lo que le plazca.
Con certeza, ya le ha hecho saber sus pretensiones. Su respuesta frente a los micrófonos, que de larguísima data han dado distintos gobiernos, es la misma: la soberanía es innegociable, con los bla, bla de siempre.
En este supuesto, caben dos hipótesis:
1) Que su negativa sea innegociable sólo discursivamente, pero que esté accediendo, así sea parcial. Subrepticiamente, a lo que le pida.
2).- Que verdaderamente no ceda (más), ante ninguna petición que vaya en contra de los mexicanos, como tanto reitera.
En el primer caso, únicamente estaría ganando tiempo. En el segundo, se quedará sin alternativas en algún momento.
Donald Trump gana mientras la lleva al punto de no retorno. Sólo le dejará el camino de la fuga hacia adelante. A favor de EU, por supuesto.
Lo que quiere y en lo que no cejará, es que se investigue y se lleve ante los tribunales, aquí, a los narcopolíticos que tiene en la mira.
De tiempo atrás, los gobernadores Rubén Rocha Moya y Américo Villarreal, de Sinaloa y Tamaulipas, respectivamente, y el ex mandatario de Tabasco, Adán Augusto López Hernández ahora, son algunas de sus codiciadas presas. No parará hasta cazarlas. Nadie podrá protegerlas siempre.
No son las únicas. En innumerables publicaciones, se ha dado cuenta que tiene una lista que comprendería muchos nombres. De todos los niveles. De distintos gobiernos y esferas. Pero especialmente de Morena.
Andrés Manuel López Obrador, de manera natural. Obvia. Obligadamente, ocuparía el primer lugar de todos los presuntos criminales cuantos Estados Unidos quiere que sean llamados a cuentas.
Pero como eso que quiere no ocurrirá en nuestro territorio, seguramente no deja de advertir que, como sea, puede tenerlo. La amenaza de llevarse al ex presidente debe ser lo que más agobia a la presidenta.
Por eso concedió protección a Ovidio Guzmán y a toda su familia. Protegerá a otros capos. De ellos, obtendrá todo tipo de evidencias para incriminar a muchos de los que han hecho del ejercicio público un negocio criminal.
En ese punto está, justamente, el No Poder de la presidenta de la República.
Quizá lo quiere y sienta que lo requiere. Pero no puede acceder a la petición de cambios radicales. La judicialización de casos de correligionarios presuntamente narcos, desestructuraría a su partido. Lo destruiría.
Implicaría demoler. Dinamitar, el sistema de dominación cuasi total que construyó –paradójicamente con la destrucción– su antecesor.
Esa obra alcanza toda la estructura del país. Todos los ámbitos. Es una red. Organización. Aparato intocable. Con múltiples vasos comunicantes. Con inconfesables complicidades.
Con Claudia Sheinbaum, ese sistema no apunta a cambiar. Le sigue poniendo el segundo piso animadamente. Sin variantes que la acrediten como diferente respecto de López Obrador.
Quitarle una pieza importante. Sea un gobernador. Un secretario. Un líder congresional, provocaría el derrumbe. Sería el principio del final del obradorismo. Del morenismo. De su proyecto. Ella resentiría efectos impredecibles.
El rasgo más deleznable que AMLO le dio a su gobierno, auténtica farsa, porque suponía avanzar, no retroceder, fue la criminalidad. Con su decisión de abrazar a los delincuentes. Que ahogan al país en sangre.
Ese problema es el que más le pesa. Pesará a su heredera. Parecería que al ponerla en la silla presidencial le hizo un bien. En realidad la utilizó para que llevara sobre sí la enorme carga que representa la Derrota moral. El desprestigio de su partido. La descomposición. Degradación. Involución del país.
La sucesión, que parecería un premio para la jefa del Estado mexicano, es un castigo. Que de algún modo paga día tras día con la imposibilidad de actuar por sí misma. Con la necesidad de sobrevivir políticamente ante los embates y las acechanzas de todos tipos y calibres.
Lo peor es que, encima de la imposibilidad de actuar contra algún personaje de peso de su partido, se ve obligada a defender a personajes de la peor estofa. Públicamente identificados como criminales.
Una muestra vergonzosa es el gobernador de Sinaloa, contra quien no ha querido hacer nada. Lo defiende ante los ojos de todo mundo. Su convicción de que su engaño funciona no tiene soporte. La sociedad no está descerebrada.
El morenismo “cierra filas” en torno al cínico líder senacriminal, Adán Augusto López Hernández. Lo aclama diciéndole “no estás solo” en su Consejo.
“Estamos todos”, les acomodaría mejor. Es la percepción generalizada. Lo saben. Lo desdeñan.
La presidenta dice que no se lo encubrirá. Luisa María Alcalde repite lo que nadie cree y el gran desvergonzado, que nunca sospechó de su criminal secretario de Seguridad, Hernán Bermúdez, sigue inamovible, “legislando”.
Sobran las evidencias de que tomboleros y acordeoneros son intocables. No se van a hacer daño entre ellos. Se tapan. Se cubren unos a otros. Son de la misma calaña. La Cosa Nostra Mexicana.
Si algún día tienen que enfrentar la justicia, no lo harán aquí.
Su castigo. Su némesis vendrá de fuera. De Estados Unidos.
Este es el único factor que López Obrador no consideró en su esquema del mal. Ostensiblemente, Claudia Sheinbaum lo sigue desestimando.
Hasta que, eventualmente y sin aviso. Como en otros casos, se entere por los medios que un pez de gran tamaño ha caído en las redes. Que ha sido “extraído” y que ya está… en territorio norteamericano.
Línea de Fuego
Con arduo trabajo y excelentes resultados, el gobernador de Coahuila, Manolo Jiménez, estaba ascendiendo firmemente por la escalera del poder. Su horizonte se miraba amplio. Libre. Abierto. Pero se resbaló al optar por el pleito. El que inició con el diputado del PT, Ricardo Mejía Berdeja, manipulando al PAN, le saldrá muy caro. El exsubsecretario de SPC, “le sabe”. Pero tiene un activo especialmente valioso. Si se apoya más en su talento. Capacidad. Experiencia, que hasta ahora no parece haber aquilatado lo suficiente, dejará de perder terreno. Oportunidades. Futuro político… La senadora Andrea Chávez puede despedirse de la candidatura al gobierno de Chihuahua. Se quedó sin su principal patrocinador. Le irá bien si no se investigan sus haberes…DATO PROTEGIDO debió haber asesorado a Donald Trump para que demandara al WSJ y a Rupert Murdoch por publicar la carta que envió al pederasta Epstein. ¿Patentará su marca, que la despersonalizó. Desciudadanizó. Desexistencializó por una estupidez?... ¿Alienta y/o protege el gobierno de Clara Brugada el vandalismo? ¿Quiere que la UNAM se convierta en un foco de conflicto? Esa impresión da la intocabilidad de que gozan los canallas que destrozaron el MUAC de la UNAM…Se niegan, pero se intensifican las versiones de que (D)Andy está ausente de la actividad pública por razones de salud de su papá.