Ser y No Ser. Hacer y No hacer.

Esas son, hasta ahora, diferencias insalvables entre Donald Trump y Claudia Sheinbaum.

Son los factores que más pesarán en las relaciones entre México y Estados Unidos en los años por venir.

Es la disyuntiva.

Donald Trump, indiscutiblemente, ES y HACE. Toma decisiones. Lo tiene todo.

Claudia Sheinbaum tiene todo para SER. Y puede hacer. Actuar. Pero necesita asumirse. Reconocerse.  Ser el PODER que representa.

Su decisión definirá los vínculos entre ambos países. La suerte de millones de mexicanos.

La opción se halla entre lo “normal”, para sobrellevar la situación. O lo peor, que sería de sobresaltos continuos. De pesadilla.

Su compromiso político. Legal. Ético. Moral, es con sus gobernados. Con la Constitución que juró cumplir. Con México.

El presidente norteamericano sabe qué es el Estado. El gobierno. El poder. Económico. Político. Militar. Cibernético. La administración. Todos los órganos estatales. Sus funciones. Sus capacidades. Sus objetivos.

Tiene muy claro qué hacer con ellos. Los utiliza hacia los ajenos con rigor. Sin consideración. Sin respeto. Sin recato. Sin medida. Ningún norteamericano se lo puede reprochar.

Todo gobernante queda autorizado a lo que sea, incluso más allá de la ley, cuando lo hace por el bien de su comunidad.

Trump muestra la determinación de emplear todos los recursos a su alcance para cumplir el propósito esencial de la política: hacer el mayor bien social posible. Para los suyos.

Los demás no le interesan. No lo conmueven.

Nuestra presidenta debe conocer también todo ese instrumental teórico. Y ponerlo en práctica. Su responsabilidad la obliga. Su investidura la compromete. El lugar que la espera en la historia se lo sugiere.

Allá, se han desplegado acciones inmediatas. Concretas. En favor de los ciudadanos.

Mirando a proteger sus libertades. Sus vidas. Sus propiedades.

Su presidente ha puesto en perspectiva un ataque frontal contra el fentanilo. Está decidido a lo que sea para contener los miles de muertes que provoca esa droga.

Para darles más seguridad y bienestar, ha puesto en marcha los planes de deportación masiva, uno de sus ofrecimientos de campaña.

En ningún momento ha dudado en imponer aranceles a los países cuyas autoridades se nieguen a recibir a quienes no pudieron o no quisieron retener en su territorio.

Los obligaron a migrar por hambre. Por inseguridad. Por violencia. Por injusticia.

Colombia habría de ser la primera víctima de esa estrategia. El presidente Gustavo Petro calculó sus fortalezas. Descubrió sus debilidades. Recordó sus expedientes judiciales. Terminó de rodillas.

En horas, reconsideró y sirvió como ejemplo para otros que pudieran incurrir en el mismo atrevimiento. Correrían parecida suerte.

¡Qué bueno que la declaración de CSP de “arancel por arancel”, como respuesta a Estados Unidos si toma esa ruta con México, fue un lapsus!

La pauta está marcada. Trump no cederá un ápice. Irá hasta donde sea para reafirmar a su país como la hegemonía mundial incuestionable. Inamovible. Indesafiable. Perpetua.

En contraste, en cuanto a las deportaciones, Claudia Sheinbaum aún no tiene todo el peso y sus implicaciones encima.

Ese problema no es de ahora. No corresponde a su sexenio, que apenas empieza. Viene de lejos. De la miseria nacional. De las necesidades de miles. De sobrevivir. De la desatención de muchos gobernantes. Se sirvieron ellos. A los demás los olvidaron.

Pero ella es la presidenta hoy. Y ella tiene que arrostrar el desafío.

La defensa y protección que ha ofrecido a todos cuantos sean expulsados de la Unión Americana, tiene que verse materializada con los días.

Las palabras. Ocurrencias. Advertencias. Mañaneras. Micrófonos. Luces. Cámaras. Declaraciones desarticuladas. Improvisación, deben convertirse en hechos.

Se requieren ideas claras. Planes realizables. Una estrategia. Una comunicación consistente. Pensada. Medios económicos.

¿A cuántos connacionales se les podrá apoyar con 2 mil pesos? ¿Por cuánto tiempo? ¿De cuánto se dispone para esa cobertura?

El torrente de extranjeros que van a estar en México en espera de refugio, será una carga formidable. ¿Hay dinero para atenderlos, así sea por unos días?

Proponer la reorientación del presupuesto sería razonable. Racional. Inteligente. “Revisar”, como para todo dice ahora, las partidas destinadas a Pemex. Tren Maya. Dos Bocas. Aeroméxico. Y tantos barriles sin fondo.

¿No cabría y caería en terreno anímico fértil el aplazamiento al menos, de la vesánica elección judicial? Se ahorrarían millones. Unificaría a la sociedad.

Nadie se lo recriminaría.

Podría marcar su posicionamiento. Su nacimiento al poder. Su identidad. Su SER. Como presidenta.

Cobraría una enorme autoridad moral. La apoyaría todo el país. Se cohesionaría en torno suyo. Le daría margen para negociar el tema comercial con Estados Unidos en mejores condiciones.

Pondría una base de confianza. De respeto. De diálogo. De entendimiento. De oportunidad para su gobierno. Para la Nación. Para ella.

Atender el gravísimo problema de la inseguridad y la violencia la reafirmaría en el cargo que le confirieron más de 30 millones de electores.

Pero que debe ejercer para todos los mexicanos.

Un príncipe debe evitar sostener las promesas y las lealtades que juzgue contrarias a sus intereses. Y a los de sus gobernados.

La fidelidad es insana. Insensata. Peligrosa cuando se pone en riesgo a toda una comunidad. Quien la abraza a ese precio también queda condenado a la perdición.

Y ni la sociedad, pero mucho menos ella, deben quedar expuestas a esa eventualidad.

Necesita ocuparse de la inseguridad que atormenta al país. La geografía nacional no debe seguir tiñéndose en sangre. Las masacres deben parar.

Los asesinatos. Desapariciones. Secuestros. Extorsiones. Toda forma de delito que ha cobrado dimensiones horrendas, debe ser contenida.

Su deber como jefa del Estado Mexicano es apelar al uso legítimo de la violencia. Para eso existen legalmente todos los instrumentos. Debe esgrimirlos.

La extraordinaria labor que está haciendo el secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Omar García Harfuch, es encomiable. Pero no es suficientes. El país estero está infestado. Contaminado por la criminalidad.

El asunto no es de percepción. Ni de encuestas. Ni de discursos.

Se requiere realismo. Y este sólo puede fundamentarse en los hechos. No más matanzas. Sangre. Cadáveres. Atentados. Aquí, allá y acullá. A diario. In crescendo. Por doquier.

Su declaración del lunes, de que como presidenta no pone o quita gobernadores, refiriéndose al de Sinaloa, es inadmisible. Esa entidad es una parte de la República Mexicana. Que ella gobierna.

Es su deber ineludible proteger a sus aterrorizados habitantes. Si buscar la forma de hacerlo habrá de encontrarla.

Lo dicho por Rubén Rocha Moya de que los enemigos de la gente son los delincuentes, no el gobierno, es una desvergüenza. Si los identifica y no hace nada para impedir que la sigan lastimando, él también es su enemigo. De los ciudadanos que lo eligieron. Los ha traicionado.

No es propio de Sheinbaum, dado su cargo, dejar que la criminalidad siga lacerando a Tabasco. Guerrero. Michoacán. Guanajuato. Ningún estado. Si no, ¿dónde? ¿Qué? ¿A quién gobierna?

Con esa postura, no es posible negociar algo con alguna ventaja ante Estados Unidos. Donald Trump no le permitirá.

Él seguirá siendo. Haciendo. Deshaciendo. Y deshará aquí lo que sea. Si no ve, y pronto, un cambio verdadero. Real. Sensible. Creíble.

¿Se atreverá Claudia Sheinbaum Pardo a SER, para poder hacer?

No falta mucho para saberlo.

Línea de Fuego

La Fundación UNAM llega a su tercera década de fructífera existencia. Con Dionisio Meade como su presidente en los últimos diez años, lo que ha hecho es notable. Noble. Loable. Y con su entrega. Entusiasmo. Pasión y trabajo, va por más. Para su alma mater. Para los estudiantes. Por la sociedad. Por México… Ayer, el ingeniero Carlos Slim Helú cumplió 85 años de edad. Una vida ejemplar, honorable, entregada digna y decorosamente a servir a México. Nada más…Clara Brugada, jefa de Gobierno de la Ciudad de México, dijo en su mensaje por sus primeros 100 días de gestión: “Gobernamos para todas y todos. Luchamos por la felicidad del pueblo”. Palabras respaldadas por los hechos. Congruencia. Compromiso. Como en muy pocos morenistas… La Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, ganó con Alejandro Chanona Burguete un director que apunta a ser excelente. En unos cuantos días, acompañado con un gran equipo de colaboradores, transformó las instalaciones. Pero lo mejor vendrá con la siguiente reforma a los planes de estudio. Su horizonte parece más promisorio en la academia que en la política militante... La información es protección. Impunidad. Por eso Francisco Garduño sigue como director del INM sin ninguna preocupación.

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