Desde que AMLO se empecinó en realizar una reforma judicial supuestamente para sanear ese sistema mediante la elección de jueces, magistrados y ministros, y Claudia Sheinbaum le da continuidad a esa idea escudándose en que el pueblo manda todo lo que se le ocurre al gobierno, el tema envuelve y hunde al país en una confrontación que, en la visión de unos, reafirma a México en la democracia y en la de otros, lo conduce a la tiranía. ¿A quiénes asiste la razón y la verdad?

Leídos muchos de los que han escrito o declarado al respecto aquí, es pertinente considerar lo que dicen –sólo en el prólogo–, los politólogos de Harvard, Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, en su obra Cómo Mueren las Democracias:

“Muchas medidas gubernamentales que subvierten la democracia son ´legales´, en el sentido de que las aprueban bien la asamblea legislativa o bien los tribunales.

“La paradoja trágica de la senda electoral hacia el autoritarismo es que los asesinos de la democracia utilizan las propias instituciones de la democracia de manera gradual, sutil e incluso legal para liquidarla.

“Y si algo claro se infiere del estudio de las quiebras democráticas en el transcurso de la historia, es que la polarización extrema puede acabar con la democracia”.

De la reflexión sobre los enunciados anteriores, el lector sabrá muy bien si alguno aplica para México.

Con base en interrogantes sobre expresiones autoritarias de “demócratas” que suelen apuntar hacia el exterminio de los gobiernos populares, Ziblatt y Levitsky exploran cuatro áreas.

En el rubro “Rechazo (o débil aceptación) de las reglas democráticas del juego”, se preguntan:

“¿Rechazan la Constitución o expresan su voluntad de no acatarla? ¿Sugieren la necesidad de adoptar medidas antidemocráticas, como cancelar elecciones, incumplir o suspender la Constitución, prohibir determinadas organizaciones o restringir los derechos políticos o civiles básicos?”.

También plantean:

“¿Pretenden usar (o aprueban el uso de) medidas extraconstitucionales para cambiar el gobierno, como golpes militares, insurrecciones violentas o manifestaciones masivas destinadas a forzar un cambio en el gobierno?

¿Intentan socavar la legitimidad de las elecciones, por ejemplo, negándose a aceptar unos resultados electorales creíbles?”.

En el campo “Negación de la legitimidad de los adversarios”, indagan:

“¿Describen a sus rivales como subversivos o contrarios al orden constitucional establecido? ¿Afirman que sus rivales constituyen una amenaza existencial, ya sea para la seguridad nacional o para el modo de vida imperante? ¿Describen sin argumentos a sus rivales de otros partidos como delincuentes, cuyo supuesto incumplimiento de la ley (o potencial para incumplirla), los descalifica para participar de manera plena en la esfera política? ¿Sugieren de manera infundada que sus rivales son espías extranjeros que trabajan secretamente en alianza con (o a sueldo de) un gobierno foráneo, normalmente de un país enemigo?”.

Las preguntas siguen en el apartado de “Tolerancia o fomento de la violencia”:

“¿Tienen lazos con bandas armadas, con fuerzas paramilitares, con milicias, guerrillas u otras organizaciones violentas ilegales? ¿Han patrocinado ellos mismos a sus aliados de partido, linchamientos a adversarios? ¿Han apoyado de manera tácita la violencia de sus partidarios, negándose a condenarla y penalizarla sin ambigüedades? ¿Han elogiado (o se han negado a condenar) otros actos destacados de violencia política, tanto pasados como presentes en otros lugares del mundo?”.

Finalmente, en el ámbito “Predisposición a restringir las libertades civiles de la oposición, incluidos los medios de comunicación”, interrogan:

“¿Han apoyado leyes o políticas que restringen las libertades civiles, como ampliar las leyes por libelo o difamación, o aprobado leyes que limitan el derecho de manifestación, las críticas al gobierno o a determinadas organizaciones civiles o políticas? ¿Han amenazado con adoptar medidas legales u otras acciones punitivas contra personas críticas, pertenecientes a partidos de la oposición, la sociedad civil o los medios de comunicación? ¿Han elogiado medidas represivas adoptadas por otros gobiernos, ya sea en el pasado o en otros lugares del mundo?”.

Vistas con objetividad y rigor; con realismo y sinceridad, las respuestas a esas y a otras cuestiones susceptibles de formularse para el caso de México, nos dirán dónde estamos, pero sobre todo… hacia dónde vamos.

Línea de Fuego

¿Es personal la defensa que la presidenta Claudia Sheinbaum hace del ex presidente Evo Morales por el atentado que sufrió? ¿Es una coincidencia con la postura de su antecesor, que tantas deferencias le guardó al boliviano? ¿O es una sola línea, pero recargada? ¿Qué importancia tiene ese personaje para ocuparse de él, estando el país como está?... Rosario Ibarra, luchadora histórica por la democracia, buscadora incansable de desaparecidos, comenzando por su

hijo Jesús, y ex candidata presidencial, debe sentirse avergonzada de su hija, quien indignamente se aferra a mantenerse en la CNDH sin preparación, sin preocupación y sin mérito…Es de no creerse, pero hay quienes juran y perjuran que Andrés Manuel López Obrador “vive y trabaja” en Palacio Nacional. Los hay, incluso, que aseguran que lo han visto “con sus propios ojos” en ese lugar y que pronto será pública la evidencia… ¿Cuándo terminará la ayuda que una y otra vez le prodiga el gobierno de México al de Cuba, ora con petróleo –como lo hizo recientemente–, ora con la “importación” de médicos o con otros medios? El apoyo puede reflejarse en alguna medida en el pueblo, pero esencialmente sirve para sostener una tiranía… ¿Creerán Ricardo Monreal e Ignacio Mier que la sociedad no intuye por qué le dispensan tantas deferencias y le dedican tantos elogios al gobernador Rubén Rocha Moya?

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