Cuando la hoy canciller de Finlandia, Elina Valtonen, comentó que terminó como ministra porque “no pasé el concurso para ser maestra”, dejó claro el prestigio que su país otorga al magisterio.

Ese reconocimiento no es casual: los maestros son la base de una sociedad próspera y democrática, forman ciudadanos y, en un México donde las madres y los padres trabajamos durante más horas, los niños y adolescentes navegan entre redes sociales e inteligencia artificial y muchos de ellos son sujetos a la violencia o abandono de sus propias familias, los maestros se vuelven el faro indispensable que guía, inspira y contiene.

Como cada 15 de mayo, celebramos su vocación inquebrantable: enseñan aun con aulas saturadas, herramientas insuficientes, sueldos ajustados y realidades familiares que a veces pesan más que la tarea. Pero esa gratitud debe ir acompañada de acciones.

La educación es vital para la vida de todo humano, tiene una triple misión, ayudarnos a conocerse a uno mismo y entender lo que necesitamos en todas las etapas de la vida; darnos las herramientas para poder vivir en sociedad de manera pacífica; y ayudarnos a tener un empleo digno y bien pagado o emprender.

México está lleno de mitos, uno de esos mitos es pensar que la educación que tenemos es buena y de calidad, por ejemplo, el 71% de los hogares cree que la escuela mexicana es “buena”; pero los resultados de las pruebas PISA nos contradicen y nos dan un golpe de realidad: quedamos debajo de Chile, Uruguay y Colombia, y muy lejos de Estados Unidos y Canadá, nuestros principales socios comerciales. En matemáticas estamos en el lugar 57 de 81 países. En lectura, el 50. En ciencias, el 53. Canadá está en el top 10 en todas las áreas. México no.

¿Cómo competir en este mundo si apenas destinamos 96 pesos al año por maestro para su formación continua? ¿Es en serio? Para ponerlo en contexto: el Tren Maya, recibió el último año más de 12 mil millones de pesos para mantener su funcionamiento, porque está muy lejos de ser rentable, pero para capacitar a los que educan a nuestros hijos, apenas 96 pesos por cabeza ¿Dónde debería estar la prioridad para los mexicanos?

Mientras en Finlandia son muy estrictos para permitirle a alguien ser maestro, aquí les damos la espalda frecuentemente.

Y no es sólo lo que se les da a los maestros, también hay que hablar del tiempo que estudian los alumnos. En México, los estudiantes de nivel básico dedican un promedio de 20 horas semanales al estudio, muy por debajo de países como Singapur y Corea del Sur donde llegan a las 49 en promedio al incluir las clases extra.

¿Y qué hicimos esta semana? Aumentar las vacaciones escolares. Qué bien que les hayan dado un aumento a los maestros del 9%, no obstante ¿En serio necesitábamos más vacaciones cuando en México los alumnos estudian mucho menos del tiempo que en países más avanzados? Seguimos evadiendo el verdadero problema: necesitamos dotar a alumnos y maestros de mejores herramientas. Así no vamos a capacitar mejor a nuestros jóvenes.

La educación en México no está reprobada… está abandonada.

Ser maestro en México no es un trabajo, es una resistencia diaria. No solo enseñan: contienen emociones, calman hambres, resuelven violencias. Y aun así, muchos deben trabajar doble turno o vender comida para sobrevivir. No es culpa del maestro, es culpa de un sistema que le exige todo y le da casi nada. Un sistema que diseña planes de estudio sin consultar a quienes están en el aula. Que impone una pesada carga burocrática a los profesores. Que pone ideología antes que ciencia. Que no se actualiza frente a un mundo que cambia cada vez más rápido.

La educación mexicana necesita una sacudida de verdad. No más simulaciones. Necesitamos planes de estudio hechos por pedagogos y expertos, pero también por empresas, sociedad civil y sobre todo por los maestros. Programas mejor diseñados con respecto a qué se debe enseñar, en qué orden y con qué herramientas. Que permitan flexibilidad para adaptarse a cada alumno y cada localidad, que se actualicen tan rápido como cambia el mundo. La educación modular, con materias optativas desde secundaria, ya no es un lujo: es una urgencia. Así aprenden mejor, así se motivan más. Así se preparan de verdad para un mundo que ya no es el de antes.

Y por favor, rompamos de una vez esa vieja cadena que amarra a los sindicatos docentes con los partidos políticos. Porque mientras esa relación no se corte, la educación seguirá al servicio de campañas, no del país. La política educativa debe ser política de Estado, no botín de elección. Hay que escuchar más a los maestros y a los estudiantes. Ellos saben lo que hace falta. Ellos viven la escuela todos los días.

Esta semana pasó otro 15 de mayo, es un buen momento para aplaudir a nuestros maestros, pero también para actuar. Para entender que si queremos un México libre, justo y próspero, primero hay que cuidar a quienes siembran futuro todos los días en las aulas. A quienes no solo enseñan letras o números, sino humanidad. Porque sin ellos, simplemente no hay país.

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