Dicen que en política no hay coincidencias, y menos cuando se trata de la relación entre México y Estados Unidos. El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca podría parecer una mala noticia para nuestro país, pero, paradójicamente, también es una oportunidad, y de ello platiqué esta semana en mi podcast, En Blanco y Negro, con Eduardo Guerrero, reconocido experto en temas de seguridad.

Con un discurso más agresivo y una agenda de seguridad endurecida, el gobierno estadounidense ha puesto su mirada en el crimen organizado mexicano como nunca antes. Pero no es solo por gusto: el fentanilo, esa droga sintética que ha cobrado miles de vidas en Estados Unidos, se ha convertido en un problema de seguridad nacional para ellos. Y México, quieran o no, está en el centro del problema… y de la solución.

La realidad es que nuestro país ha perdido atractivo comercial para Estados Unidos. La falta de infraestructura, energía y seguridad han provocado que ya no seamos la joya de la manufactura como antes. Y la amenaza reciente de subirnos aranceles nos dejó claro que, en temas de comercio, estamos en una posición más frágil. Pero si algo sigue manteniéndonos como un socio clave para los estadounidenses, es la seguridad. Porque el tráfico de fentanilo no se puede detener sin la cooperación mexicana, y eso nos da un espacio para negociar desde una posición estratégica.

El problema es que, por muchos años, el gobierno mexicano ha mostrado una postura demasiado complaciente con el crimen organizado. La estrategia de "abrazos, no balazos" permitió que los cárteles se expandieran, se fortalecieran y diversificaran sus negocios, en especial el del fentanilo. Pero lo que en su momento fue tolerado, hoy se ha convertido en un escándalo internacional. El impacto de esta droga ya no solo afecta a las comunidades marginadas en Estados Unidos, sino también a familias de clase alta, a políticos, empresarios y figuras públicas. Y cuando el problema llega a ese nivel, la presión política es imposible de ignorar.

La presión ha aumentado en días recientes que la tecnología militar y de vigilancia estadounidense ha empezado a mapear los movimientos de los cárteles, identificado laboratorios y señalado conexiones entre criminales y autoridades. No sabemos si están preparando una invasión o si solo están armando un expediente de presión política, pero lo cierto es que, si Estados Unidos decidiera intervenir, ya saben exactamente dónde pegar. Y eso coloca al gobierno mexicano en una situación delicada: o actúa de manera decisiva, o se arriesga a que Washington lo haga por su cuenta.

Pero, ¿por qué la violencia en México es tan diferente a la de Estados Unidos? La clave está en la estructura del mercado criminal. Allá, el gobierno se ha encargado de mantener a las organizaciones fragmentadas, sin permitir que ninguna crezca lo suficiente como para desafiar al Estado. Aquí, en cambio, los cárteles han evolucionado hacia un modelo oligopólico, donde unas cuantas organizaciones gigantescas concentran el poder y se enfrentan constantemente para expandir su dominio. Es un modelo inestable, caótico y extremadamente violento. Mientras que en Estados Unidos los grupos delictivos operan bajo control, en México se han convertido en corporaciones enormemente difíciles de contener.

Ante este escenario, la gran pregunta es: ¿seguiremos reaccionando a la presión externa o tomaremos la iniciativa? Una opción viable es un Tratado de Seguridad para América del Norte, un acuerdo que formalice la cooperación entre México, Estados Unidos y Canadá para combatir al crimen organizado. Un acuerdo que de ninguna manera implique una invasión ni una subordinación de México, pero que sí implique colaboración para combatir más eficazmente al crimen organizado.

Si en los 90 nos unimos para comerciar con el TLCAN lo que no implicó subordinación, ¿por qué no unirnos ahora para enfrentar a un enemigo común? Este tipo de pacto permitiría mejorar nuestras capacidades de inteligencia, acceso a tecnología de punta y una estrategia más coordinada contra los cárteles. Una explicación más detallada de esto está en el podcast En Blanco y Negro publicado este viernes 14 de febrero.

El tiempo se agota. México puede decidir cómo pelear esta guerra… pero lo que ya no puede decidir es si la va a pelear o no.

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