¡Viajar debería ser materia obligatoria en México: nada te abre los ojos más rápido que un boleto de avión! Cuando pisas un país desarrollado, te asomas al futuro; cuando visitas uno con más rezagos, valoras cuánto ya avanzaste. En ambos casos vuelves distinto: comparas hábitos, cuestionas costumbres y, sobre todo, te cae el veinte de que nacer en cierto lugar fue circunstancial, pero entender el mundo para mejorar tu entorno es una decisión.
De esto hablé con Salvador Alva para mi podcast En Blanco y Negro: liderazgo, educación, emprendimiento y por qué viajar al extranjero no es lujo, es inversión en México. Puedes verlo aquí: https://www.youtube.com/watch?v=2Pd_6Mn3T1s
Por ello he dicho que a mí no me preocupa que los funcionarios públicos viajen, lo que me importa es que aprendan, que esos viajes sirvan para los mexicanos, no únicamente para su entretenimiento; que se ilustren para que cuando regresen a México apliquen lo que aprendieron y hagamos autocrítica de lo que hemos normalizado y no está bien en nuestro país.
Ese pequeño cortocircuito mental es gasolina pura para mejorar. Los países que avanzan son los que se atreven a cuestionar paradigmas heredados con base en evidencia; los que no, se quejan por la falta de progreso.
Ese chip de comparación y autocrítica también debería prenderse en la escuela. Me comenta Salvador que traemos un modelo educativo industrial que metió a todos al mismo salón; sin embargo, no porque tengan la misma edad son iguales, no aprenden de la misma manera, al mismo ritmo ni tienen los mismos intereses.
Así matamos la creatividad, la diversidad y la innovación, justo lo que necesitamos para competir. Si no conectamos la parte creativa con la racional, no formamos personas íntegras. Y sin propósito claro, cada quien jala por su lado.
Algo similar sucede en muchas empresas. Salvador Alva habla de que un buen líder gestiona energía, no es el que da órdenes, es el que enciende el ánimo, organiza talentos y crea equipos que se mueven solos.
Piensa en un equipo de fútbol: once con roles distintos, pero todos saben que el objetivo es meter gol. En la oficina, la jugada es igual: cambiar la mentalidad de empleado por mentalidad de dueño, y de “echar culpas” a colaborar para destrabar. Si producción se atora, el departamento de ventas no debe acusar: se remanga y ayuda.
Un “apóstol del cambio” jala más que una docena de críticos. ¿La fórmula? Soñar alto, porque la visión es como decir “voy al Everest”: quizá no llegas a la cima, pero cada día subes un poco más. Si no soñamos alto, no llegamos lejos.
Un líder debe hacer sentir a todos que pueden innovar, porque, dice Salvador que, la innovación no es para genios tecnológicos: es mejorar lo que ya haces. Si la persona de limpieza encuentra un atajo que ahorra tiempo y dinero, eso ya es innovación; reconócela y comparte el beneficio.
El líder también promueve incentivos alineados al propósito: si el objetivo es encantar al cliente, todo —bonos, procesos, decisiones— debe empujar hacia ahí.
Para tener ese tipo de líderes, que puedan generar mayor autocrítica y que gestionen mejor la energía de sus equipos, es importante que los mexicanos retomemos esfuerzos para brindar becas para estudiar en el extranjero, con incentivos inteligentes; el país invierte en quien se va y esa persona debe pagar regresando valor en proyectos para México: empresas que generen empleo, transferencia de tecnología, mentorías, soluciones públicas. Que la beca no sea un billete sin retorno, sino un puente de ida y vuelta.
Esta riqueza cultural nos va a permitir no sólo tener más y mejores líderes, sino también más y mejores emprendedores, algo fundamental para prosperar de acuerdo con Salvador Alva.
Emprender no es abrir un negocio y mantenerlo pequeño; es tener propósito, procesos centrados en la gente y cultura que premie el intento, el aprendizaje y el crecimiento. Emprender es enseñar desde la secundaria a identificar problemas, armar equipos y prototipar soluciones. Es dejar de pedir permiso a estructuras que ya no entienden el mundo. Es pasar de la obediencia ciega al propósito compartido. Y cuando nos preguntamos “¿por qué allá sí y aquí no?”, la respuesta muchas veces es simple: allá se atrevieron a cambiar hábitos.
No pedimos milagros: pedimos rumbo. Si cada mexicano que viaja vuelve con un hábito bueno, una solución probada, una colaboración nueva, y cada líder aprende a encender la energía de su equipo, México sube metros diarios hacia su Everest. Apuntemos alto, viajemos más, emprendamos mejor y recordemos quién sirve a quién. La invitación es clara: busca una beca, arma tu proyecto, sal a ver el mundo y regresa a transformar tu cuadra.