Han sido días muy movidos, bastante en las oficinas de Toluca (mejor dicho, en Chapultepec 18 y el Doral, Miami), donde las aguas se siguen moviendo de tal forma que nadie ha podido generar el mensaje correcto sobre los fracasos constantes y sonantes en los últimos años de nuestra maquinaria futbolera.

No se ha logrado articular el posicionamiento que justifique tantas derrotas en tan poco tiempo.

Hay que escribirlo como es: En casi todas las competencias donde hemos participado después de la pandemia, en un plano internacional (14, si sumamos los juegos contra Estados Unidos y Canadá en eliminatorias mundialistas, Nations League, Concachampions, etc.), de todas nuestras categorías en Selecciones Nacionales y clubes, tan sólo cuatro proyectos han alcanzado sus objetivos trazados: La medalla olímpica en Tokio 2020, además de Tigres, Monterrey y León en la Concacaf.

Muy pocos logros en la zona, para lo que mueve nuestra industria.

Estos objetivos —cada día— pasan más por oficinas de rentabilidad y no han podido ser pensados para mejorar nuestra cultura de alta competencia.

No existe un verdadero cabildeo para forjar un camino más proactivo que detone mejores resultados en la cancha.

No hay visión para tratar de promover mejoras para nuestro sistema de competencia, nuestras rivalidades, oportunidades a los jóvenes, capacitación a nuestros técnicos y formadores.

Algo de sensatez que exponga que, aunque hay avances en algunos clubes en infraestructura, la grilla y el poder absoluto de los de siempre termina generando tanta presión en la mina de oro, que ya podemos decir que estamos muy cercanos a destruirla.

La percepción de las audiencias y aficionados vive su peor crisis, así que —como lo escribía en mi columna pasada— si sólo nos darán atole con el dedo para seguir igual, de nada servirá vivir los peores resultados de la historia moderna del futbol mexicano, porque provocaremos la fuga de los últimos capitales que le quedan al entretenimiento favorito del mexicano, el balompié.

¡Bienvenidos, bienvenidos! A los días para interpretar el fracaso.

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