La noche del martes fue estupenda, porque le regresó la alegría a la mayoría de involucrados a nivel industria (directivos, jugadores, medios, patrocinadores y sobretodo afición) para empezar a tranquilizar las aguas, después de más de tres años donde estábamos en una espiral sin salida con malos resultados y una gestión que generaba más separación entre el cuerpo técnico y lo que se debía generar para resolverlo.
Ahora vamos con calma, a mí me quedan algunas dudas, que son las menos: ¿Ayer con Raúl Jiménez en la cancha se ganaba el partido?
¿El Piojo Alvarado le hubiera dado al segundo tiempo más proyección que Córdova u Orbelín?
¿Ochoa sigue siendo nuestro gran guía, sus atajadas inspiran al equipo?
¿Si Edson va de 5, hay lugar para Romo?
¿En dónde va a jugar Julián Quiñones?
¿El nivel de Johan Vásquez y César Montes ya da algo de certeza a la central?
¿Ha sido el mejor partido en años del Tricolor?
Pero el mensaje más importante para que en verdad se geste un despertar del gigante dormido de la Concacaf es mantener y lograr la gestión de este tipo de partidos. Ahora el balón se encuentra en la cancha de los de cuello blanco, de los directivos que deben entender que los juegos con las selecciones top podrían generar el verdadero círculo virtuoso que hemos perdido desde que dejamos a un lado la parte deportiva como prioridad y nos hemos enfocado a lo comercial y en el mercado de Estados Unidos. Una media que permita tener al menos de tres a cuatro juegos por año contra Inglaterra, España, Italia, Argentina, Brasil, Bélgica, Portugal, Países Bajos y la gran Francia, provocará que nuestros futbolistas tengan más y mejores oportunidades de mostrarse y competir, como se mostró y se compitió el martes pasado, para mejor situación en el mundo del futbol.
¡Bienvenidos, bienvenidos! A un martes por la noche en Filadelfia que nos regresó el alma al cuerpo vestidos de verde.
