La semana pasada, vivimos dos eventos singulares, uno en el orden internacional y otro en el nacional. El primero: se cumplió un año de la despiadada invasión rusa ordenada por Putin a Ucrania, y el segundo: la mega concentración en el Zócalo y otras ciudades del país en contra del Plan B que desfigura al INE, ordenado por el presidente AMLO. ¿Tienen algo en común estos sucesos?
Superficialmente parece que nada. El primero es una guerra provocada por una gran potencia nuclear en contra de su vecino, para apropiarse de parte de su territorio: Crimea y la franja este de Ucrania, la cuenca de Donbas.
El segundo una enorme concentración humana cuyo objetivo fue pedirle a la Suprema Corte, un fallo favorable a la no alteración del sistema electoral que le ha dado estabilidad política a México, garantizando la alternancia pacífica en el poder federal y local, desde hace casi 30 años. En ella, se ejercieron 3 derechos constitucionales: asociación, libre manifestación de ideas y petición (arts.9o, 6o y 8o), lo que provocó el autodenigrante insulto presidencial.
Con una lente de aumento y acercamiento podrán advertirse estas similitudes entre los dos:
Primero. La lucha por la autonomía y la libertad. Tanto los ucranianos en su país, como las mexicanas y los mexicanos congregados en el Zaócalo y diversas ciudadas, en el nuestro, defendemos el derecho a la autodeterminación política. “No es la libertad de, sino la libertad para….actuar” (Hanna Arendt dixit). El derecho a impedir que una fuerza heterónoma al pueblo ucraniano (Putin) y a la ciudadanía mexicana (AMLO), imponga su voluntad de alterar, allá la integridad territorial de un país soberano, y aquí, un sistema electoral funcional. Espacios que nos dimos los ciudadanos con un esfuerzo histórico: en Ucrania para preservar sus fronteras al disolverse la URSS en 1991. En México, para transitar de un sistema de partido hegemónico hacia la democracia después del 68.
Segundo. La defensa de la democracia. Al salvaguardar autonomía y “libertad para..,” ambos estamos defendiendo nuestro derecho a participar, con elecciones libres y periódicas, y el ejercicio de otras libertades, en la conformación del país que queremos forjar ahora y siempre. Para ello defendemos la forma de gobierno, que tanto el pueblo de Ucrania como el de México se han dado: la democracia.
La construcción de la Ucrania que quieren los ucranianos, después de vivir 70 años (de 1921 a 1991) sometidos al dominio soviético. Y aquí, el México que quiere construir la ciudadanía después de que, ¡paradójicamente también por 70 años!, vivió como súbdito, sometida al dominio del presidente en turno y su partido.
En ambos, Ucrania y México queremos seguir siendo democracias, una forma de gobierno en la que sólo el demos sin injerencia externa, decide su sistema de vida político, económico, social y cultural. ¿Puede haber mayor evidencia que el heroico apoyo de su pueblo al liderazgo de Zelenski para contener a Putin y su ejército? ¿Puede haber mejor evidencia de la defensa democrática de un pueblo que sin acarreos, sale a tomar calles y plazas, para gritarle al gobierno ¡Mi voto no se toca!?
Tercero. La negativa a la regresión histórica. En Ucrania evitar el sueño de Putin de retornar al molde imperial zarista que incluía a ese valiente país eslavo, como parte de su territorio y dominios. En México regresar al sistema de partido hegemónico, con Morena en lugar del PRI, a fin de que el Ejecutivo vuelva a colonizar al Estado, incluida la designación del sucesor(a) a partir de la elección de 2024, esto es, regresar al viejo sistema iniciado por Calles ¡hace ya casi 100 años!.
La lucha por la autonomía y libertad, la defensa de la democracia y la negativa a la regresión histórica, son los tres elementos de similitud entre lo que está sucediendo en Ucrania y en México. Espero los tome en cuenta nuestra Suprema Corte.
Docente/investigador en la UNAM
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