Transcurridos 57 años de la masacre de Tlatelolco el 2 de octubre de 1968, apenas se aproxima la fecha, resurge con fuerza ¡2 DE OCTUBRE NO SE OLVIDA! —¿Por qué?

Cada año brota el recuerdo del trágico evento; además, se organiza una marcha estudiantil que lo evoca para hacerlo presente en la mente colectiva, de las generaciones que no habían nacido cuando aconteció. Por cierto, todas las manifestaciones de agosto y septiembre del 68, señaladamente la “marcha del silencio”, fueron absolutamente pacíficas. En ninguna de ellas hubo disturbios estudiantiles. La marcha del jueves pasado fue en realidad una contramarcha, una manifestación infestada de grupos de choque violentos, autores de actos criminales contra policías, transeúntes, comercios y propiedades públicas y privadas, que nada tienen que ver con el espíritu del 68. Fue un insulto a su memoria.

¿Por qué entonces el 2 de octubre no se olvida?

En mi texto “La Estructura Política del Estado Mexicano” (pp. 92-111, editorial PANORAMA, México, 2022), escribí una interpretación del movimiento del 68 y su trascendencia histórica como el parteaguas entre el Estado autoritario y el Estado democrático.

El 2 de octubre no se olvida, porque con el uso desmedido de la fuerza pública (de la policía al Ejército), el propio régimen provocó el escalamiento de lo que comenzó como una simple riña callejera, entre estudiantes de una escuela pública vocacional, la Prepa 2 del IPN y la prepa Isaac Ochoterena, en el centro de la ciudad el 22 de julio de 1968, hasta convertirla en un movimiento social de dimensiones históricas.

2 de octubre no se olvida, porque a las manifestaciones callejeras siguió la toma de Ciudad Universitaria el 18 de septiembre —un “acto excesivo de fuerza que nuestra casa de estudios no merecía”, denunció el rector Javier Barros Sierra— y del IPN seis días después. Con ambas, Gustavo Díaz Ordaz hizo efectiva su amenaza desde la Cámara de Diputados: “Todo tiene un límite. Hasta donde haya que llegar, llegaremos”.

El 2 de octubre no se olvida porque, en efecto, ese sistema llegó hasta la masacre en la tarde del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, que había reunido a una concentración pacífica de estudiantes universitarios con sus líderes. Una matanza iniciada por francotiradores del Estado Mayor Presidencial apostados en el edificio Chihuahua, al mando del coronel Gutiérrez Oropeza, según reveló el secretario de la Defensa, Marcelino García Barragán, al periodista Julio Scherer García (Parte de Guerra, Tlaltelolco 1968) y a su hijo en una carta, Javier García Paniagua, abuelo y padre respectivamente del actual secretario de Seguridad, Omar García Harfuch.

El 2 de octubre no se olvida, porque el 68 fue el choque entre dos mundos contrapuestos que mal coexistían en México: el del autoritarismo gubernamental basado en el dogma (GDO murió convencido de haber salvado al país de una conspiración comunista con motivo de la inauguración de la Olimpiada en México) y el estudiantil universitario apoyado en la crítica (por la violación de la autonomía).

El 2 de octubre no se olvida porque el reclamo estudiantil no se limitó a la transgresión a la autonomía universitaria; también exigimos la impostergable apertura democrática de un régimen político que, como camisa de fuerza, asfixiaba a la sociedad. Así lo explicó Octavio Paz: “El movimiento de los estudiantes mexicanos tenía la aspiración de una reforma democrática… Todas sus peticiones se resumían en una palabra que fue el eje del movimiento y el secreto de su instantáneo poder de seducción sobre la conciencia popular: ‘democratización’”. Fue el parteaguas de la deconstrucción autoritaria y la construcción democrática en México a partir de los 70s.

Por eso no es posible rememorar el 2 de octubre mediante la construcción del mismo modelo de régimen que produjo esa masacre. Bien lo sabe Pablo Gómez, destacado líder estudiantil del 68. No es posible celebrar el triunfo histórico del 68 que, con la sangre de los caídos en Tlatelolco, derrumbó al sistema de partido hegemónico para levantar la democracia, y ahora reconstruirlo.

¡POR ESO EL 2 DE OCTUBRE NO SE OLVIDA!

Docente/investigador de la UNAM

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