El nacimiento de un auténtico liderazgo es una rareza en la vida política-social de una comunidad, una aguja en un pajar. Liderazgo con empatía con su historia, su idiosincrasia y sobre todo su problemática. Así deviene en símbolo, inspiración y voz, como señala el sociólogo Max Weber: “el liderazgo es la capacidad de un individuo para ejercer autoridad sobre otros, cuando esa autoridad es considerada legítima por quienes la obedecen”. La legitimidad es la clave, sin el reconocimiento social de su autoridad no hay liderazgo, sobre todo el carismático que Weber identificó con las cualidades extraordinarias del líder y con ellas la devoción emocional que despierta en momentos de crisis o transformación.
En la historia contemporánea a nivel global, fueron los casos de los liderazgos carismáticos de Gandhi, Martin Luther King Jr. y Mandela. A nivel nacional y local corresponden a los de Salvador Nava en San Luis Potosí, y de Carlos Manzo en Michoacán.
Un análisis comparativo de los liderazgos de Nava y Manzo nos revela grandes similitudes que ayudan a entender el México que vivimos en el siglo pasado y ahora en el presente.
Nava nace en una familia potosina tradicional el 7 de abril de 1914. Estudia en la UNAM y es médico oftalmólogo de profesión. A los 45 años es presidente municipal de San Luis Potosí (1959-1961) por el PRI. Tras denunciar corrupción, es perseguido y encarcelado. Busca la candidatura priista a la gubernatura en 1961 y ante la negativa de su partido, renuncia al PRI y va por la vía independiente, apoyado por el Movimiento Cívico Potosino, contra Miguel Álvarez y 30 años después contra Fausto Zapata con la Coalición Democrática Potosina (PAN, PRD, ongs y el navismo histórico). La elección es denunciada por fraude, renuncia Zapata y el oficialismo pone a Gonzalo Martínez Corbalá como gobernador. Nava fallece en 1992.
Carlos Manzo nació el 9 de abril de 1985 en Uruapan, Michoacán. Su padre fue activista político. Estudió Ciencias Políticas y Gestión Pública en el ITESO jesuita de Guadalajara. A los 36 años es diputado federal por Morena (2021-4). Al igual que Nava, rompe con el partido oficial y se va por la vía independiente a la alcaldía de su tierra natal, que gana abrumadoramente apoyado en el Movimiento del Sombrero. Como el oftalmólogo, Manzo también denunció la corrupción. Lo demás ya lo sabemos: fue asesinado el pasado 1 de noviembre en plena plaza pública de Uruapan.
Con más de 70 años de diferencia entre la fecha de nacimiento de ambos, se siguen gestando movimientos cívico-populares en provincia (San Luis Potosí y Uruapan). Nuestras grandes gestas históricas: Independencia, Reforma y Revolución, nacieron todas en provincia, nunca en la capital, lo que quiere decir que sigue viva en nuestro país la llama ardiente local de la lucha cívica como parte del ADN mexicano.
Ambos líderes se enfrentaron al poder hegemónico —entonces del PRI, ahora de Morena— y al sistema de presidencialismo exacerbado, no obstante, ambos habían sido militantes en los respectivos partidos políticos, incapaces de incorporar un liderazgo carismático y popular a sus filas, porque en el fondo solo aceptan la incondicionalidad.
Ambos se enfrentaron a poderes fácticos formidables: Nava, al que encabezaba el cacicazgo de Gonzalo N. Santos (Rabasa, Del Estado de súbditos al Estado de ciudadanos- Tirant lo Blanch 2021 pp. 45-54) y Manzo al crimen organizado y la incomprensión y aislamiento del oficialismo morenista.
Pero lo que más identifica a ambos líderes y sus respectivos movimientos, es la idea básica de LA DIGNIDAD. El significado y alcance que adquiere esta idea en el pensamiento y la acción de Nava y Manzo resultan de singular importancia para entender a nuestra realidad nacional. No se trató tan solo de conflictos políticos del navismo y el sombrero contra poderes establecidos de jure y de facto, en el fondo, adquieren el sentido de un antagonismo irreductible entre democracia y autocracia, y por lo tanto entre dos concepciones de México y el mundo antitéticas e irreconciliables.
Docente/investigador en la UNAM

