Una vez más en la historia, como sucedió al final de la URSS, la gerontocracia se impone en el poder, ahora en los EUA. En aquel país, a la muerte de Bréshnev, todavía le sucedieron dos hombres que no duraron ni dos años en el Kremlin, Andropov (1984) y Chernenko (1985), hasta que finalmente la nomenklatura soviética entendió que la edad es un grave factor de desequilibrio político, y el partido comunista designó a Gorbachov, de 59 años.
Nuestro vecino del norte no entiende que no entiende y el país más poderoso del planeta con 333 millones de habitantes tiene que decidir en noviembre de este año, entre un criminal acusado de varios delitos, el republicano Trump de 78 años, y un anciano, el demócrata Biden de 81. No sorprende que el 45% de su electorado reprueba a ambos. La democracia más antigua de los tiempos modernos, incapaz de renovar su liderazgo con mujeres u hombres más jóvenes y vigorosos y sin antecedentes criminales. ¡Increíble!
En el caso de Donald Trump, es inédito que un expresidente fuera acusado ante tribunales por diversos delitos: financieros por mentir sobre el valor de sus propiedades para obtener beneficios fiscales; mentir también sobre gastos de campaña ocultando desvío de fondos para tratar de acallar a una actriz porno, Stormy Daniels, con quien sostuvo relaciones sexuales y extramaritales; la sustracción de documentos confidenciales de seguridad nacional a su casa de Mar-a-Lago y sobre todo la incitación a la rebelión de una turba el 6 de enero del 2021 para impedir la calificación del Colegio Electoral en el Congreso, con un brutal ataque al Capitolio. En un fallo que resulta descorazonador, la Suprema Corte acaba de declararlo inimputable por este último cargo, una muestra más de la crisis política que viven los EU, sobre todo en sus valores fundamentales y fundacionales.
Por lo que hace a Joe Biden hace cuatro años retomaba la senda democrática de su país, pero inconsciente de las limitaciones de su edad, en lugar de haber preparado su sucesión con una figura joven y vigorosa (muchos creímos en Kamala Harris), insistió en buscar su reelección, bloqueando irresponsablemente una decisión histórica. Las consecuencias están a la vista. Frecuentes estados de pasmos (confusión mental) se hacen patentes. El último en la reunión del G7 en Italia cuando descendían los paracaidistas se separó del grupo de mandatarios caminando confundido hacia un paracaídas; la primer ministra de Italia, Giorgia Meloni, tuvo que ir a su rescate para retornarlo al lugar del evento.
Pero la mayor demostración de su senilidad la dio Biden ante millones de televidentes de todo el mundo, en el reciente debate con Trump en CNN. No sólo perdió la oportunidad de atacar frontalmente a su oponente, sino que en varias ocasiones extraviaba el hilo de su propio discurso, trastabillaba, tenía lapsus de confusión de palabras y no podía completar la frase. En uno de tantos desvaríos, Trump lo atacó inmisericorde diciendo: “No pudo completar la frase, no sabemos lo que quiso decir, creo que él tampoco lo sabe”.
¡El hombre que comanda a la mayor fuerza militar y atómica del mundo, la primera economía y líder del mundo libre, camina con trabajo, tiene lapsus mentales y eventos de pausa y confusión!
Inmediatamente después del debate, en redes y medios se soltaron en cascada con todo tipo de especulaciones sobre el relevo de Biden. El NYTimes abiertamente pidió su dimisión antes de la Convención Demócrata. La portada del TIME magazine aparece en un fondo rojo, un Biden saliendo del margen y sólo la palabra “PANIC”. Si fuere el caso, la pregunta sería: ¿Y quién podría sustituirlo a estas alturas con capacidad para derrotar a Trump?.
El estadista que sabe retirarse a tiempo como en su momento lo hicieron Tony Blair (Reino Unido) y Angela Merkl (Alemania), no sólo piensa en las siguientes elecciones sino en las próximas generaciones. La irresponsabilidad de Biden ha puesto en peligro a los EU y al mundo, ante lo que parece el inminente triunfo de Trump.