Es ante los grandes desafíos que se revela la verdadera identidad de las personas. Hoy México vive uno de los más grandes retos internacionales de su historia reciente y una de las consecuencias más palpables es que la amenaza de Donald Trump nos ha permitido entender quién es quién en la escena política nacional. La política mexicana del momento parece ocurrir en dos niveles. En uno, una presidenta que se ha alzado como una auténtica estadista de clase mundial; en el otro, una clase política frívola y primitiva concentrada en su propia ambición individual.

México se encuentra en una situación de suma complejidad. La volatilidad del presidente Donald Trump ha generado un ambiente de crisis permanente en México. Nadie sabe qué esperar, si Estados Unidos impondrá aranceles, si habrá intromisiones militares de EU contra los grupos del crimen organizado, si es posible una renegociación del Tratado de Libre Comercio y una larga lista de etcéteras. La consecuencia inmediata es que, ante la incertidumbre, los inversionistas no invierten y es muy difícil planear a largo plazo.

Ante todo ello, la presidenta de México ha estado a la altura de las circunstancias. Ha sido sensible e inteligente en su trato con el presidente Trump, manteniendo un balance de firmeza, pero de negociación, que le ha permitido generar una interlocución positiva. En términos comunicacionales la presidenta ha sido muy eficaz, dando una imagen de fortaleza y unidad en lo interno, pero de moderación y firmeza en lo externo. Ha sabido balancear muy bien los dos ámbitos comunicacionales, con mensajes pensados exclusivamente para el consumo del público nacional y acciones políticas pensadas en dar un mensaje del otro lado de la frontera. Su éxito no solo ha sido en el ámbito de la comunicación, sino que también ha tomado acciones.

Mientras que todo esto sucede en el plano más alto de la política internacional, muchos de sus copartidarios están inmersos en una lógica de la pequeñez y la frivolidad. Mientras que la jefa de Estado juega a las grandes ligas de la política, en las dos cámaras juegan a buscar fortalecer sus cotos de poder y sus intereses personales. En el momento en el que el país más necesita hombres y mujeres de Estado, gente con visión y un proyecto de país claro, los liderazgos de Morena, Adán Augusto López, Ricardo Monreal, Gerardo Noroña, y los de sus aliados como Manuel Velasco solo están pensando en sus intereses personales, en la grilla interna, los negocios y los cotos de poder que pueden obtener en lo que la presidenta está distraída tratando de darle viabilidad a este país.

Y ese es el reto más grande que tiene la presidenta, porque el manejo internacional ha sido impecable, porque muchos en el primer círculo del gabinete están verdaderamente trabajando con la presidenta en lo que importa, pero fuera de ello, la presidenta está rodeada de un grupo de políticos que no están a la altura de la situación y que no tienen ningún interés ni capacidad para entender lo que el país requiere de ellos en estos momentos. En los últimos meses el Congreso ha cambiado la reforma contra el nepotismo de la presidenta para no afectar a sus amigos políticos, ha decidido proteger a Cuauhtemoc Blanco, y ratificaron a una presidenta de la CNDH sin legitimidad, entre muchas otras cosas. Ellos negocian sus intereses en los oscurito, ella lidera una nación dando la cara. Ellos buscan arrebatar espacios de poder, ella consolidar el suyo.

Hace unas semanas circuló en medios un video en el que se mostraba cómo varios miembros de la jerarquía de Morena se tomaban una “selfie” mientras que la presidenta pasaba de largo. Más que un simple accidente esta escena es una metáfora perfecta de lo que está sucediendo en el país: mientras que la Presidenta da la cara a la nación, los liderazgos políticos de Morena se dan palmaditas en la espalda y juegan a la grilla. La frivolidad rodea a la presidenta, cada vez de forma más descarada. El reto de la presidenta es consolidar su poder en lo interno como ya lo ha hecho en lo externo. Los oportunistas no dejarán de retarla, desacatarla y operar contra ella en pos de un poquito más de poder y negocio para ellos. Tarde o temprano ella tendrá que dejarles muy claro de qué se trata el llamado segundo piso de la transformación.

Analista.

@emiliolezama

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