La mayoría de nosotros vivimos en pequeñas burbujas sociales; impermeables al exterior, incautas del entorno. Las burbujas reproducen y recalcan nuestras nociones de mundo, y al hacerlo, las sobredimensionan. Cuando decimos que “todo mundo” piensa o hace algo, generalmente nos referimos a que dentro del ecosistema de nuestra pompa de jabón, muchas personas están de acuerdo con un cierto punto de vista. El problema es que no solemos darnos cuenta lo pequeño y lo hermético que es nuestro resquicio de mundo.
Hay un sector de la población cuya burbuja parece especialmente impermeable y estrecha. Este sector ha tenido históricamente una predisposición en contra de AMLO en particular, pero también contra los movimientos sociales y las izquierdas en general. Existe en ellos una influencia marcadamente estadounidense, han asimilado de forma muy natural los falsos conceptos creados por la propaganda norteamericana. Al igual que muchos norteamericanos, se aterrorizan ante la palabra “socialista”, porque la entienden como la caricatura que ha construido EU en torno al concepto. De igual forma, aunque genuinamente aman “su” México, les molestan otros Méxicos porque en el fondo desean que nos parezcamos más a Houston y a Miami.
En este mundo existe un rechazo vehemente a AMLO; no es algo nuevo ni es producto de su mandato. Este rechazo es el resultado de una discordancia entre los atributos que celebra el ecosistema de su burbuja, y los atributos que podría tener el Presidente. En el fondo, hay una noción clasista que permea su visión. AMLO molesta mucho porque no es uno de los suyos, y les indigna que esa otredad, que además observan prepotentemente hacia abajo, pueda ahora de alguna forma estar en el mismo plano que ellos. Los presidentes anteriores pudieron ser corruptos, incompetentes, cínicos, y autoritarios, pero pertenecían a su mismo ecosistema y por eso no solamente los toleraban, sino que muchas veces los arropaban.
La burbuja de la que hablo suele autoasumirse en un rol de relevancia histórica; afirman que son los que mueven al país y que lo sacan adelante, los que generan trabajo y oportunidades. Se asumen la economía del país. No consideran que mucho de lo que generan viene de redes entretejidas de compadrazgos, nepotismos, favoritismos y corrupción; de un mundo que se heredan entre ellos y siempre se queda entre amigos. No se dan cuenta que asumirse los que “mueven” al país es un honor muy dudoso en un país estático; el equivalente a presumir ser el capitán del Titanic aquella triste noche. No es meritocracia lo que determina su éxito y por eso, nuestra burbuja “productiva” produce tan poco.
La endogamia de esa burbuja es en parte responsable del triunfo de su ahora némesis. El triunfo electoral de AMLO fue un voto de rechazo al mundo que enarbola esta burbuja; y es contra ese mundo tan displicente hacia todos los otros mundos, que mejor funciona el discurso del Presidente. Es por eso que FRENA se asemeja más a una parodia que a un movimiento con legitimidad social. Su exigencia de que renuncie el Presidente no tiene ningún sustento legal. Sus formas son poco estratégicas pues plantean pelearle al Presidente en el terreno que más domina. Y en el fondo, sus motivaciones, carecen de profundidad o sustento y más bien se anclan en visiones de clase. Al igual que la oposición partidista, en lugar de construir una narrativa y discurso legítimo para contrarrestar al gobierno, FRENA da legitimidad al Presidente, pues se esmera en recalcar el modelo de país y sociedad contra el que millones de mexicanos votaron. Desde el Zócalo, FRENA sumerge su varita en el jabón y sopla sus burbujas en nuestros rostros. Para muchos es un simple recordatorio de por qué votaron por AMLO. De alguna forma, es sano que liberen su encono a través de la protesta y la manifestación, tienen derecho a hacerlo, solo que su estrategia es contraproducente para sus propios objetivos.
Los que están dentro de la burbuja creen que todos piensan como ellos, que cada vez son más, pero la realidad es que son los mismos de “toda la vida” (para usar una de esas frases icónicas) engañados por el espejismo que crea la burbuja. Muchos políticos de oposición están ahí adentro; sin entender la nueva realidad social, porque no les interesa, porque nunca la han experimentado. El problema es que esto crea es doble; en primer lugar porque no todos los mexicanos de clases medias-altas y altas viven en esa burbuja, no todos son clasistas, superfluos, ni actúan desde un encono predispuesto hacia “la otredad”, y caricaturas derechistas como las que vemos ayudan al Presidente a esparcir la falsa de noción de que todas las “élites” son iguales.
Por otro lado, aunque parecerían compartir causa, existe un sector de la población que tiene preocupación sobre las acciones de este gobierno y al mismo tiempo rechaza los pilares sobre los cuales se construyen movimientos como éste. Estas preocupaciones no tienen ningún origen ni ponderación en común con lo que plantean grupos como FRENA o gran parte de la oposición partidista; y sin embargo, acaban siendo atrapadas en un mismo espectro. Lo que preocupa de AMLO no es que sea “comunista”, ni que vaya a reventar el confort de ciertas burbujas, sino su acaparación del poder, el desgastamiento de las instituciones públicas, la obstinación con proyectos económicos anacrónicos y sobre todo la oportunidad histórica de transformación que se vuelva a diluir en símbolos y teatro. Es importante generar una discusión real en torno a estos temas, no desde el encono y con la capacidad de también reconocer aciertos y diferencias de visión. El gran reto social no es llenar el Zócalo, sino encontrar estrategias y plataformas que planteen un verdadero contrapeso al poder presidencial.