En una entrevista poco convincente que dio al periódico El País, el filósofo alemán Markus Gabriel afirmó que los humanos “nos sentimos bien en la nueva situación… estamos dejando de hacer cosas que son perjudiciales para otros.” Gabriel no solamente es frívolo sino sumamente ignorante de lo que es vivir fuera de su privilegio. Para millones de personas que no pueden darse el lujo de dejar de salir a trabajar, la crisis de la pandemia no los hace “sentir bien” ni más morales como quisiera Gabriel, sino que los ha puesto en una situación sumamente complicada. Mientras que algunos encuentran en la pandemia un refugio moralino, para millones de personas la subsistencia diaria se ha vuelto un gran problema.
En México hay 2.3 millones de trabajadoras del hogar; solo el 1% han sido inscritas al programa piloto del IMSS. La gran mayoría de ellas todavía trabajan en hogares donde no se les trata como trabajadoras y por lo tanto viven a la merced de la buena voluntad de los empleadores. Los estereotipos de esta clase abundan; aquellos que consideran que ser “buena onda” con la trabajadora, o “quererla” o regalarle un suéter de navidad, los vuelve dadivosos y correctos. Hay poca conciencia de que el trabajo que hacen está reconocido ya por las leyes y debe ejecutarse en esos términos, con derechos, contrato, prestaciones, aguinaldo y seguridad social entre otras cosas.
En ese sentido su situación de vulnerabilidad es alto. Muchas son mujeres en un país machista, indígenas en un país racista, y trabajadoras en una sociedad que no las respeta como tal. Las medidas de confinamiento para hacer frente a la pandemia del covid-19 está teniendo un enorme impacto en este sector tan vulnerable y tan importante a la vez. Todos los días el Centro de Apoyo y Capacitación para Empleadas del Hogar (CACEH) recibe miles de mensajes de trabajadoras que han perdido el trabajo o a quienes les han pedido que se queden en casa sin recibir salario.
Sin ahorros disponibles ni acceso a beneficios sociales, muchas trabajadoras del hogar enfrentan un escenario dramático. Para visibilizar esta problemática e instar a los empleadores a actuar responsablemente, CACEH, organización liderada por Marcelina Bautista, lanzó la campaña #CuidaAQuienTeCuida, con el apoyo de Alfonso Cuarón, organizaciones de la sociedad civil, artistas y la productora Participant, dedicada al entretenimiento con impacto social que estuvo detrás de películas como Roma y Greenbook, entre otras.
El objetivo de la campaña es generar conciencia en los empleadores y en toda la sociedad mexicana acerca de los derechos de las personas trabajadoras del hogar, y de nuestra responsabilidad hacia ellas. Pagar el salario de las trabajadoras no es una cuestión de solidaridad o apoyo, es una responsabilidad del empleador, pero en un país que apenas empieza a discutir la larga agenda de pendientes sociales, pretender que se puedan asimilar esos conceptos puede ser muy optimista.
Por lo pronto el problema es muy grave y urgente, cientos de miles de trabajadoras necesitan un ingreso. Redes familiares extensas dependen de ello. Se tendrá que hacer un esfuerzo por lograr implantar en la sociedad los avances que han habido en la legislación. Mientras tanto, los empleadores deben hacer lo correcto y pagar los salarios de las trabajadoras o llegar a un acuerdo económico. El gobierno debe garantizar el salario mínimo vital. La sociedad debe construir redes de solidaridad y de concientización como producto de esta gran crisis.
En estos tiempos, ser responsable implica cumplir con los cuidados en materia de salud, pero también cumplir con la obligación de continuar pagando a las trabajadoras del hogar durante esta emergencia. No se trata de un acto de caridad, sino del reconocimiento de los derechos de millones de trabajadores fundamentales en nuestros hogares y nuestras familias. Contrario a lo que piensa en filósofo Markus Gabriel, en muchos lugares, el actual aislamiento no ha llevado a que la gente deje de hacer cosas perjudiciales hacia los otros. Ojalá y podamos cambiar eso. #HazLoCorrecto #CuidaAQuienTeCuida.
con la colaboración de Bruno Binetti.