Las grandes crisis de la humanidad no se van sin antes cambiar al mundo. La peste negra que azotó a Europa en 1350 transformó tan severamente la economía y la demografía inglesa que acabó por destruir el sistema feudal británico. En 1521 fue una epidemia la que acabó al imperio azteca. En tiempos de crisis, la ciencia se atreve a avanzar a pasos que en tiempos normales no se atrevería, la sociedad está dispuesta a ajustarse de manera más rápida y los cambios que se dan, permanecen. ¿Cómo cambiará el mundo a partir del Covid-19?
La crisis económica del 2008 acentuó la crisis de legitimidad del sistema económico global. En el 2008 el modelo tecnócrata fracasó. A partir de ahí el mundo dio un giro político hacia una política contraria: una política sin base en la técnica, una política construida a través de narrativas y no de realidades. Una política insular ante el fracaso de la idea de la globalidad.
Esa clase política es la que ha tenido que dar cara ante la crisis del Covid-19. Donald Trump, Boris Johnson, Bolsonaro, López Obrador, Giuseppe Conte, son algunos de los líderes que llegaron al poder en contraposición a la tecnocracia y sus promesas. La generación de políticos que menos cree en la técnica desde hace décadas es a la que le toca enfrentar el reto más técnico en varias generaciones. Esto no significa que la tecnocracia y sus líderes hubieran manejado mejor la crisis, sino que será a este tipo de liderazgo al que se le juzgará a partir de lo que suceda en los próximos meses.
Todos estos líderes parecen hacer frente a la crisis con un ambivalencia inherente a su posición política; muchos de ellos han puesto a científicos especialistas a cargo de la crisis, pero paralelamente les cuesta mucho trabajo adherirse en su actuar político. Hace unos meses su modelo político parecía intocable, hoy la crisis puede cambiar ese paradigma político social.
Si no logran ajustar su estilo a la nueva realidad, tendrán dificultades para continuar imperando en el mundo post-Covid 19. El ejemplo de México lo está demostrando: el 12 de febrero de este año los indicadores económicos alertaban sobre una recesión económica en México. El 12 de febrero el Covid-19 era una preocupación global. El 12 de febrero, el presidente de México convocó a los grandes empresarios del país. En medio de una crisis económica y una posible pandemia, la reunión hacía sentido, el tema de la misma, no. Ese día el Presidente discutió con los empresarios más importantes del país no cómo hacer frente a la crisis ni a la posible epidemia, sino cuantos cachitos de la rifa comprarían. Es un ejemplo clásico de este tipo de políticos, volver temas intrascendentes pero simbólicos el eje narrativo de sus discursos. La crisis ha afectado la eficacia de este recurso.
El presidente de México parece haber recalibrado su estrategia. Después de menospreciar la crisis, en los últimos días su discurso parece ir ajustándose. ¿Muy tarde? No lo sé. ¿Cuánto va a durar la mesura? Imposible decir. Lo que es cierto es que la realidad tangible de enfermedad y la muerte vuelven ineficaces los aspavientos políticos que han permitido a este tipo de políticos hacer frente a otras crisis. El mundo está teniendo menos paciencia para discursos demagógicos. Ante miedos reales, la gente de todas clases sociales busca certezas no símbolos.
Por otro lado, la generación que les precedió ha visto en la crisis una oportunidad: buscan catapultarse de nuevo a la relevancia política. En México el expresidente Felipe Calderón ha utilizado la pandemia para sus fines políticos. Critica, pero omite que la razón por la cual México hoy no cuenta con instituciones sólidas, infraestructura básica y protocolos profesionales es que los gobiernos anteriores —incluidos el suyo— fueron corruptos e ineficientes; de ahí que las declaraciones del expresidente se acerquen más al cinismo que a una aportación a la crisis. El estado actual de México, su sistema de salud incluido, se explica más por los gobiernos de Calderón y de Peña Nieto, que por el año de gobierno de AMLO. Esto no exime a éste pero pone a los otros dos en su misma categoría.
Tanto los políticos que gobiernan ahora como los que lo hicieron antes muestran desidia, cinismo y desconcierto ante la situación. Ambos lados buscan usar técnicas políticas que les funcionaron en el pasado para conllevar una situación dramáticamente distinta del presente. En ambos casos se quedan cortos. ¿A quién le importa la rifa del avión cuando sus seres queridos están en riesgo? ¿Quién le cree a un expresidente derrotado por la realidad de lo que fue su gestión? ¿A quién le importa que el presidente tenga talismanes en su cartera? ¿A quién le importa que el expresidente twitee en busca de rehacer su carrera? Ambos espectros políticos no comunican liderazgo sino intereses. En tiempos de crisis se buscan líderes reales, no figuras teatrales. El coronavirus no ha cambiado a los políticos pero ha revelado ante todos su verdadera naturaleza.
Algunos creen que esto es exclusivo de México. No lo es. En EU, Inglaterra, Ecuador, España, Colombia, Brasil e Italia la gente está enfurecida con sus líderes por su reacción ante el coronavirus. ¿Cómo cambiará el mundo a partir de el Covid-19? Imposible decir, pero lo que es cierto es que los ejes de la legitimidad política están cambiando. Esperemos que ello de poca cabida a los políticos actuales y los del pasado para seguir actuando igual.
Analista político