Con la llegada de Claudia Sheinbaum a la presidencia, México se encuentra en un punto de inflexión. La primera mujer en ocupar el cargo más alto del país no solo representa un símbolo de cambio, sino también una oportunidad para dar un giro hacia una modernización en áreas cruciales como el nearshoring, la inversión en tecnología y la seguridad, pilares fundamentales para consolidar el futuro de la nación.
El potencial está ahí: un país con una ubicación estratégica y acuerdos comerciales que facilitan el comercio con los Estados Unidos y el resto del mundo. Sin embargo, para aprovechar este boom, el nuevo gobierno deberá impulsar una infraestructura moderna y, sobre todo, garantizar un entorno regulatorio estable y confiable. Esto significará también fortalecer sectores como el energético, clave para que estas industrias puedan operar de manera eficiente.
En el sector energético, México tiene que garantizar la producción y distribución de energía que el fenómeno de relocalización requiere para volverse una realidad. Según algunos reportes se estima que para poder capitalizar plenamente esta oportunidad, el país necesitará invertir aproximadamente $120 mil millones de dólares en los próximos 15 años, o $8 mil millones anuales, en infraestructura de generación y transmisión de electricidad. Esto es crucial para garantizar un suministro adecuado y confiable a las nuevas empresas que decidan establecerse en México.
El Baker Institute para la política pública ha señalado que “Desafortunadamente, el sector energético de México, particularmente el sector eléctrico, ha enfrentado una notable falta de inversión en los últimos años: por un lado, es insuficiente para mantenerse al día con la creciente demanda interna y, por el otro, ciertamente es insuficiente para cubrir la demanda demanda necesaria para la relocalización de las cadenas de suministro, y al mismo tiempo hacerlo con energía que sea respetuosa con el medio ambiente”.
Si el gobierno de Sheinbaum desea encaminar a México hacia el futuro, la inversión en energía tiene que ser prioridad. En la primera oleada del nearshoring, México ha perdido. Por falta de condiciones de seguridad, certidumbre y acceso a infraestructura y energía las empresas estadounidenses se han ido al sureste asiático y Sudamérica. Pero todavía hay más por venir y Sheinbaum tiene todas las cualidades para aprovecharlo.
El tema no es menor, un reporte de Deloitte publicado en 2024 afirma que el nearshoring “podría provocar un punto de inflexión económica. Si (México) captara sólo el 15% del capital extranjero que ya no se invierte en China, México duplicaría su nivel actual de inversión extranjera. Sin embargo, hasta ahora, la porción del pastel que se ha conseguido es bastante pequeña."
Por eso, otra área que debe apuntalarse es el traspaso y el desarrollo de tecnología. La nueva brecha en el desarrollo se está dando en el mundo de tecnología; no solo entre las potencias sino los países en vías de desarrollo que le están apostando al desarrollo de su ciencia y tecnología. La India y Brasil son dos ejemplos de países con problemas profundos como los de México pero que han invertido fuertemente en desarrollo científico y tecnológico para no quedarse atrás.
Hasta ahora, México ha estado rezagado en comparación con otras economías emergentes en cuanto a innovación tecnológica. Para que México se posicione como líder regional es imprescindible que el nuevo gobierno fomente la creación de un ecosistema donde el emprendimiento, la investigación y el desarrollo sean incentivados. La nanotecnología, la inteligencia artificial y la tecnología espacial son áreas de desarrollo en las que se demarcará la diferencia entre las potencias y los grandes perdedores del mundo del futuro.
Para que México logre competir se requiere una colaboración cercana entre el sector público y privado, facilitando el acceso a capital para startups tecnológicas y generando alianzas estratégicas con universidades y centros de investigación.
Analista político