En su novela Amuleto, Roberto Bolaño cuenta la historia ficticia de Auxilio Lacouture, una poeta uruguaya que resiste la invasión del ejército mexicano a Ciudad Universitaria el 18 de septiembre de 1968. En la novela, el ejército ha arrestado a funcionarios, académicos y estudiantes de la UNAM, pero Auxilio logra ocultarse trece días en un baño de la Facultad de Filosofía y de esa forma resiste.

En ese sentido, la acción de Auxilio es un símbolo de la resistencia. Mientras que el poder ha violado la autonomía de la Universidad y apresado a los estudiantes; una mujer, una extranjera, una poeta, pone toda la desmedida desfachatez del ejército en cuestión con una simple acción: su permanencia. Auxilio plantea una resistencia silenciosa, fantasmal y heroica.

La maestría del libro de Bolaño está en la construcción de símbolos inesperadamente poderosos. Todo el burdo poder del ejército no puede con una sola mujer atorada en el baño. Como en la famosa foto del hombre frente al tanque en Tiananmen, la belleza del arte consiste en que puede más una poeta en el escusado, que la fuerza entera del Estado. Al final de cuentas, ¿qué es más absurdo? ¿un gobierno atacando a sus estudiantes o una mujer que los defiende desde el inodoro?

La historia de Bolaño recobra importancia en el contexto de los cuestionamientos de AMLO hacia la UNAM. ¿Cuál es el límite entre una crítica y un ataque cuando ésta proviene del más alto poder del país? Ciertamente, la UNAM no debe estar exenta de críticas; las instituciones que se vuelven sagradas o intocables, suelen acabar convirtiéndose en obsoletas. Sin embargo, en el contexto de la larga lucha por la autonomía, cuando la crítica viene desde el poder ejecutivo corre el riesgo de convertirse en un ataque.

Por otro lado, es cierto que hay mucho que la UNAM debe revalorar; la universidad no ha logrado actualizar muchos de sus programas de estudio, sus sistemas y procesos son obsoletos, y la calidad de sus profesores sigue siendo heterogénea. En ese sentido, un debate nacional sobre el futuro de la universidad más grande del país es bienvenido. Lo que parece errado son los términos del debate, en lugar de promover una discusión seria sobre la viabilidad educativa de la universidad, el ejecutivo decide cuestionar su ideología.

Si bien la UNAM ha sido históricamente asociada con el progresismo, el verdadero valor de la universidad radica en su pluralidad y su libertad. La UNAM no debe ser criticada por haber “cambiado su ideología”, sino que debe ser celebrada por ser un espacio de libertad intelectual.

Al final de cuentas, como tantas otras cosas en esta administración, la crítica de AMLO a la UNAM acaba siendo una oportunidad desperdiciada. En lugar de construir un debate constructivo sobre el futuro de la UNAM, se plantea una absurda querella ideológica intrascendente. En lugar de querer cuestionar y cambiar el rumbo de las cosas, AMLO siempre opta por polemizar ideológicamente sobre ellas. El presidente solo entiende el mundo como una dicotomía ideológica-partidista. Partiendo de esto, el presidente espera que las instituciones educativas funcionen como partidos políticos en formación de cuadros. La Universidad es un espacio de libertad no de adoctrinamiento; la universidad enseña a cuestionar no a afirmar.

Durante los gobiernos que AMLO llama neoliberales, la UNAM fue duramente desprestigiada por la élite en el poder. Ahora, durante un gobierno que se autodetermina de izquierda, la universidad vuelve a ser atacada. Algo se estará haciendo bien para ser tan constantemente incomoda al poder.

Ante el asedio constante del poder y sus elites hay que reaccionar de dos formas; primero con la resistencia burlona de Auxilio Lacouture y segundo, aprovechando la invitación a un debate, pero reorientándolo a lo que realmente importa. La UNAM es una de las instituciones más importantes del país, uno de los pocos instrumentos de movilidad y justicia social del continente.

 Ante el acoso del poder, la resistencia, ante la crítica, la discusión.

Analista político

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