La tragedia ocurrida en Ciudad Juárez era una oportunidad para que AMLO demostrara todo lo que ha predicado como opositor. Hace unos años, el Presidente usaba las tragedias de la Guardería ABC y Ayotzinapa para criticar a aquellos gobiernos y su corrupción; ante un acontecimiento de esa misma gravedad, el Presidente ha actuado de manera muy similar a sus antecesores. A López Obrador le gusta controlar la narrativa y le cuesta mucho trabajo cuando la coyuntura se impone sobre su agenda. Todo lo que no venga de él, le parece una afrenta, incluso las pandemias o las tragedias. Como todo lo entiende desde el plano político, ante lo sucedido, la prioridad fue proteger la narrativa de su administración y a sus piezas clave. En lo político evitó un escándalo que podía hacerle daño, pero como estadista perdió una oportunidad de transformar la historia política del país.
AMLO reaccionó como si la tragedia fuera un acto de desestabilización o crítica a su régimen; desestimó lo ocurrido, culpó a los migrantes y protegió a los suyos. Es interesante que el discurso de AMLO parte de un entendimiento histórico de su rol en el país, y aun así, cada vez que se enfrenta a algo de dimensiones verdaderamente históricas, se queda corto en su manejo; sucedió con la pandemia, con la guerra en Ucrania, y ahora con esta tragedia. Para él, la historia es algo que él puede decidir, pero que no se le debe imponer.
En esta tragedia muchas cosas quedaron evidenciadas, y para que AMLO pueda lograr sus propósitos políticos tiene que tener la capacidad autocrítica de entenderlos, aunque no los reconozca públicamente. 1) La inviabilidad del INM ya es insostenible, el organismo ha sido acusado desde hace varios sexenios de actuar como un brazo del crimen organizado, extorsionando a migrantes y vulnerando constantemente sus derechos. 2) Tener a altos funcionarios públicos haciendo campaña electoral acaba por tener consecuencias en la operación del gobierno. 3) La precandidatura de Adán Augusto es insostenible. El secretario de Gobernación ha descuidado su trabajo, pero además ha mostrado una cara impresentable ante el público; su entrevista con López Dóriga el día de la tragedia es un manual perfecto de lo que un funcionario público no debe hacer ni decir frente a un evento de esta magnitud.
Sin embargo, a pesar de todo esto, hay elementos para poder pensar que el cierre de sexenio de AMLO puede ser muy exitoso para sus fines, pero para ello debe ser pragmático y no autosabotearse. A pesar de una ligera baja en la aprobación en la encuesta del Financiero (54%) y el Economista-Mitofsky (62.5%) la popularidad del Presidente se mantiene estable; del otro lado, la oposición está desecha y no tiene portavoces legítimos ni relevantes.
En ese sentido, el panorama no es malo para el Presidente, pero se equivoca al no darse cuenta de que podría ser mejor. Hay elementos para pensar que el cierre de sexenio puede venir con un ambiente propicio para elevar la popularidad del Presidente. La economía está estable y nuevamente sorprendió en el primer mes del año al crecer por encima de lo esperado (con una variación del 0.6 según el Inegi) y su manejo económico ha sido alabado incluso por economistas ideológicamente lejanos a él (Ian Bremmer o Pérez-Riu de Trea Am). Por otro lado, si se cumplen los tiempos que él mismo ha establecido, en diciembre de este año, el Presidente inaugurará al menos 4 obras de infraestructura: el Tren Maya, El Corredor Interoceánico, el Tren a Toluca, la extensión del Tren al AIFA y pocos meses después el Aeropuerto de Tulum. Dada la tensa relación entre China y EUA, es posible que nuevos anuncios de inversión externa vengan en los próximos meses.
Es por eso que el Presidente haría bien en sacar su lado más pragmático. Morena parece perfilado para ganar la elección de 2024, pero a más de un año de distancia la contienda está lejos de estar resuelta. Si AMLO modera su discurso y tiene gestos con el electorado más amplio, podría acabar su sexenio con un nivel histórico de aprobación que le permitiría mucho más margen de maniobra en las próximas elecciones.
Hay cosas concretas que el Presidente debe considerar: una aproximación más institucional y conciliadora con el INE, una postura más determinada contra la violencia y un relajamiento en sus acusaciones a personajes y grupos podrían tener un impacto positivo en la apreciación de su gobierno. El Presidente está muy acostumbrado a ganar a través de la confrontación constante, pero en este momento está en una posición en la que puede irle mejor con una actitud más conciliadora. Si de sumar se trata, la confrontación ha llegado a su límite funcional, y con un año electoral en vísperas, el que más suma es el que gana.
Además, el horizonte del nearshoring le permite una coyuntura económica y comunicacional muy favorable, pero hay una sensación entre el alto empresariado mexicano de que al país podría estarle yendo mejor si se aprovechara de manera más estratégica esté fenómeno. Si AMLO convocara a grupos amplios para hacer un proyecto nacional para aprovechar el nearshoring, y fuera más empático y transparente en su manejo de la crisis de los migrantes y los problemas internos de su administración, podría lograr sus propios objetivos electorales e históricos de una manera mucho más fácil. Al Presidente le cuesta trabajo cambiar, pero también ha mostrado dejos de pragmaticidad. En la campaña de 2006 decidió no conciliar y con ello se complicó su propio panorama; en 2012 y en 2018, planteó un discurso pragmático y conciliador y con ello se ayudó a él mismo. ¿Qué AMLO veremos al cierre del sexenio?
Analista político