Qué desmadre. La que se ha armado. No es ningún secreto que soy fan de la reina Isabel II de Inglaterra, la mujer, la monarca. La admiro por la manera en que ha sabido llevar la investidura real, siempre discreta, firme. Toda una vida dedicada a cumplir con sus obligaciones no por gusto sino por caprichos del destino. Siempre atenta al deber y el protocolo, una vida planeada por alguien más. Que difícil. Alrededor de la reina siempre hay chisme entretenido y controversial con los príncipes, los duques, las damas de la corte, demás parentela y adjuntos. Vidas entretenidas, pero nada envidiables. A veces se me antojan unos días en sus palacios, los yates, el tren, los aviones privados, pero solo unos días, más de una semana y creo que me volvería loca con el escrutinio constante de los paparazzi de este mundo. La celebridad en los tiempos de internet. Mi favorito siempre fue Harry, Duque de Sussex y sexto en la línea, quien siempre fue una bocanada de aire fresco dentro del rigor de la familia real.
Cuando Harry conoció a Meghan Markle, algunos observadores se alarmaron y a mí me cayó de novedad, pero nunca imagine el revolcón que provocarían estas olas. Yo solía ver a Meghan en Suits, la serie que la hizo famosa y, me entere que era de raza mixta por uno de los episodios en donde aparecen sus padres televisivos. Divorciada, independiente, feminista, californiana woke. Subrayo lo último porque allá todo es bienestar y amor al prójimo, corrección política, abrazos y, demandas judiciales. Todo bien en La La Land donde el victimismo es de rigor, la ropa sucia se lava con Oprah, y la justicia la deciden los fans. Pero su historia no es como una película de Disney a pesar de que ella se compare a Ariel, la sirenita, quien dijo que al casarse con su príncipe perdió su propia voz. ¿Pues que esperaba? Aquí el punto no es si la casa de Windsor es o no relevante en el siglo XXI o el grado de disfuncionalidad de la familia, la monarquía británica es una institución que lleva alrededor de 1200 años, a quien Meghan llama The Firm en donde existen jerarquías, reglas y protocolos para todos y donde nadie, ni la reina, tiene voz o voto. Aquí los castillos y palacios son de verdad.
He tratado de ponerme en los zapatos de ambos. Empatizo en muchos sentidos. Problemas de salud mental, sentimientos de soledad y aprisionamiento, todo el numerito. Por otro lado, como mujer blanca no puedo ni siquiera comparar el grado de racismo que he experimentado en aquellos lugares donde he sido parte de la minoría. En el primer caso busqué ayuda, en el segundo me aguanté el coraje. Para mi existe una gran diferencia entre lo que se comparte en público y lo que no, hay batallas que no tienen por qué darle la vuelta al mundo en primera plana y con foto a todo color. Harry nunca ha estado muy a gusto con el escrutinio constante, su resentimiento hacia la prensa es lógico y entiendo su añoranza por privacidad. Meghan alega racismo y ostracismo por parte de la familia real lo cual debe haber sido horrible. Lo que no acabo de comprender es como Los Ángeles y sus alrededores son la solución y ésto por razones obvias.
Yo no sé qué va a pasar, ni cómo la historia tomara nota. Ya ven Diana, princesa de Gales. Lo que me causa inmensa tristeza es ver que este escandalo esta creando un abismo ancho y profundo entre las dos familias, entre los dos hermanos. Wallis Simpson.
Yoko Ono. ¿Meghan Markle?