Hace ya un buen tiempo escribí en este mismo espacio sobre los Duendes Nocturnos, esos personajes invisibles que solían despertarme a medianoche y poner a mi cansado cerebro a trabajar. Hubo muchas horas largas y productivas, la tranquilidad de la noche, su silencio, el saber que el mundo es mío, que si voy a ser como vampiro, mejor aprovechar. Pero la realidad actual es otra: ni soy vampiro, ni las horas son productivas. Me despierto entre una y tres de la mañana con el cerebro indispuesto y de mal humor porque otra vez está pasando y no hay mucho que hacer al respecto. He probado de todo: desde meditación hasta melatonina, ya mejor aceptar que tengo patrón de gato, que me va mejor con siestas que de corridito y, sobre todo, que es lo que es y ni modo.

“Se ha descubierto que en los siglos XVIII y principios del IXX, el despertar a medianoche era tan normal que la gente se reunía a pasar un par de horas nocturnas en compañía. Los musulmanes y algunos seguidores del hinduismo otorgan a estas horas poderes divinos y, afirman que es el mejor momento para el alma para ponerse en contacto con el ser supremo... Los cristianos, por el contrario y para variar, consideran que las primeras horas de la mañana –de 03:00 a 04:00 en particular– son de mal agüero ya que es entonces que demonios, brujas y fantasmas tienen mayor fuerza e influencia sobre nosotros los mortales; es el momento en que la división entre el bien y el mal se aprecia más borrosa, cuando sentimos que nos jalan los pies”, escribí entonces. Pero hoy, francamente ya no estoy segura de los poderes divinos o la mala influencia y aunque en la mayoría de las ocasiones el cerebro prefiere no trabajar, de vez en cuando lo hace. Esta es una de esas.

Estuve convaleciente durante dos semanas y aun no logro deshacerme del todo del brain fog que aparece en este tipo de situaciones en donde no hay nada más que tomar antibiótico y mucha agua, pero confieso que en realidad es un pretexto para admitir que quedé impactada con Trump y sus secuaces en el día de la Inauguración Presidencial. Es absurdo gastar mi energía emitiendo juicios cien por ciento irracionales y encima de ello plasmarlo en este lugar pero, aquí estamos. Lo que ya se vio de ese día fue entre patético y estudiantil, el show de los “machos alfa” en toda su ridiculez representada como siempre por Elon Musk. Seguro hay más. ¿Qué pensó el hombre con ese saludo? Se equivocó se confundió, qué quiso dar a entender, ¿qué diría Freud? Me lo imagino por otro lado junto con Bezos tomándose selfies en el escritorio presidencial. Y luego, el ridículo de Zuckerberg intentando parecer normal con su nuevo look. ¿En qué momento llegamos a esto? Porque con estos hombres ni siquiera es el culto a la personalidad. Los poderosos y los megabillonarios son distintos, aunque no mucho. De Putin diría que es el más belicoso, el más desalmado –hasta ahora. Xi Jin Ping tiene fuerza, inspira miedo, también invade territorios y rompe tratados. Kim Jong Un en toda su hipocresía y Donald Trump, el más bully de todos. Los primeros cuatro años de este último nos tomaron –incluso a él mismo– por sorpresa. Ahora ya sabe de lo que es capaz. Ya lo sabemos todos. Pensamientos y necedades nocturnas, ustedes disculparán.

Seguramente existen sitios online de gente vampírica en donde se comparan experiencias e intercambian recetas sin tener que meterse en política. Prometo averiguar para la próxima.

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