He estado oyendo por allí que las redes sociales van de salida y es que, claro, con eso de que la novedad es IA, ni quién le haga mucho caso a lo que pasa en otros lados. Mientras averiguan, yo sigo medianamente activa en ellas, siendo Instagram en particular uno de mis sitios favoritos para curiosear, sobre todo manteniendo el anonimato y como Stalker, veo, leo, de pronto le doy corazoncito, nada especial. Cuando se trata de una vieja amistad, trato de ser honesta y si la foto o el meme o la frase no me gusta, no hago nada y nadie se siente. Muchas y muchos pasan desapercibidos. Pero quien me tiene realmente impactada con el extraordinario manejo de sus redes es el equipo del Papa Leo XIV. Qué cosa.

Soy católica caducada desde hace mucho, no obstante, cuando Juan Pablo II estuvo en CDMX fui a cantarle junto con otros cientos de estudiantes de secundaria y preparatoria “Tu eres mi hermano del alma, realmente un amigo…”, el chiste era perder clases. Luego vino la vieja escuela del Papa Benedicto XVI que no ayudó en nada y, para cuando fue elegido el Papa Francisco, yo ya había explorado otras alternativas de espiritualidad que poco tienen que ver con la religión organizada, católica o la que sea. Todo mi respeto para él, quien tenía buen sentido del humor y una visión menos arcaica de la Iglesia. Descanse en paz. El caso es que cuando el Cónclave y los candidatos, ni siquiera leí con atención las credenciales de los cardenales norteamericanos porque con tanto pastor y predicador en ese país yo no aposté por allí y menos aún con la supuesta regla del Vaticano en donde un Papa tradicional sigue a un progresivo y así mantienen el delicado balance. Vaya sorpresa con Leo XIV. Me tiene intrigadísima.

Según los expertos, Robert Francis Prevost de 70 años seguirá las políticas de su antecesor con una mayor apertura y aceptación de las normas sociales de hoy, lo cual urge (aunque sea demasiado tarde para mí) y siento una presencia en redes que lo vuelve más humano, más al alcance de sus feligreses. Para empezar, es un baby-boomer, de esa generación que tanto influyó en los años 60 y 70 del siglo pasado, y eso es de aprovecharse. Por ejemplo, anda dando las vueltas una foto de 1982, con un Robert Prevost con Way Farers, Fedora y, patilla muy a la Blues Brothers que es irresistible. Me ha hecho voltear y fijarme en alguien a quien normalmente dejaría pasar de largo. Luego me enteré de que invitó al Vaticano a varias luminarias del séptimo arte (Viggo Mortensen y Cate Blanchett, entre otros), a quienes considera Peregrinos de la imaginación cuya labor debe continuar mostrando todas las facetas de la vida. También aparecieron en mi feed sus cuatro películas favoritas: It´s a Wonderful Life de Franz Capra, The Sound of Music con Julie Andrews, la excelente Ordinary People dirigida por Robert Redford y La vita e bella, otra ganadora del Óscar dirigida e interpretada por Roberto Benigni. Una dulzura. El Papa es gran cinéfilo, considera que el cine es un arte y sabe que a través de este tipo de expresiones se puede llegar lejos. Una frase, una escena, un reflejo de nuestras propias vidas puede ser milagrosa en casos de introspección y duda, de búsqueda por una alternativa más amable, más tranquila, o bien nos puede hacer despertar de la indiferencia. Los caminos del Señor son misteriosos: Un Papa que va al cine, se fija en la moda, se fija en distracciones terrenales. ¿Un Papa cool?

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