Desde el sonado caso del anciano golpeado en Torre Pacheco, Murcia, por un grupo de inmigrantes, finalmente se ha desatado la conversación. No es de extrañarse, por supuesto, pero de ser un tema espinoso y un tanto tabú por las implicaciones de racismo y colonialismo, la migración legal e ilegal en España es algo de lo que la gente local no para de hablar y, hablar mal. Existe tanta desinformación como opiniones, nos miramos con sospecha, se respira un malestar generalizado en donde tanto españoles y españolas como extranjeros legales o con muchos años en este país, se sienten desplazados por gente que se autodenomina perseguido político y ese, amables lectores, es el tema principal. “¿Por qué darle techo, comida y dinero a alguien que llegó ilegalmente? ¡Yo llegué por Barajas, pago mis impuestos” es la típica queja, hasta cierto punto comprensible porque se ven mucho y por todos lados grupitos de cuatro o cinco individuos cuya etnia no es europea rolando por las calles a todas horas del día y la noche y, como dicen por allí, la ociosidad es la madre de todos los vicios. Pero lo mismo aplica a los locales, Valencianos o no, jóvenes sin futuro aparente que se dedican a buscar problemas. Van junto con pegado y como en todas partes del mundo son fácilmente manipulados por la enorme cantidad de propaganda circulando por redes sociales. División, desconfianza, mala leche. ¿Cómo distinguir lo real de lo imaginado cuando tenemos AI al alcance de todos?
Los inmigrantes legales también han causado dilema aunque de otro tipo. Son estas personas quienes legalmente han ido poco a poco expandiéndose por la ciudad y pagando precios estratosféricos por un sitio donde vivir. El español común y corriente no puede darse el lujo de comprar una vivienda más o menos céntrica porque empresas con capital se han encargado de ello con vistas a la infame gentrificación, aunque francamente me parece una muy buena solución para rescatar aquellos palacetes, fincas y demás construcciones monumento a otra época, pero en urgente necesidad de cuidados y cariño, modernizaciones y cableados para internet, tuberías... Todo esto cuesta dinero y mucho que evidentemente el gobierno no va a pagar.
Según estadísticas aportadas por el Ayuntamiento de Valencia, el año pasado se registraron casi 20 mil residentes nuevos de los cuales un 20% es extranjero, un montón de gente para una población total de alrededor de 840 mil habitantes. Colombia, Italia, Venezuela, Ucrania, China y Rusia son los mayores contribuyentes a nivel Comunitario; a nivel ciudad, Ucrania, Rusia, Pakistán, Marruecos y la India. Expatriados, inmigrantes, como si fuésemos diferentes. Ambos tienen mala fama, aunque por razones completamente opuestas. Que si la diferencia está en el status, en la cuestión económica: el expatriado es rico, el inmigrante pobre, uno es legal y el otro no. No es tan sencillo. A veces se me ocurre que el expatriado adopta un país y sus costumbres mientras que el inmigrante busca imponer las suyas propias, pero eso también sería simplificar la situación. Cada historia es diferente, cada caso. Lo ideal sería una verdadera sociedad multicultural, tolerante y respetuosa, pero eso sólo en las películas y en Singapur. Lee Kuan Yew, fundador de ese ejemplo para la humanidad que es la isla nación, siempre sostuvo que el aire acondicionado fue uno de los cimientos de lo que ahora conocemos. Y lo creo.