Que no le digan, que no le cuenten. Es un hecho irrefutable que el ser humano –la mente del ser humano, su espíritu- se queda por allí entre los 25 y los 35 años, y el cuerpo –el templo- sigue su curso renovando constantemente sus células al tiempo que se da el eventual desgaste del esqueleto, los músculos y los órganos que lo rodean incluyendo nuestro mayor órgano que es la piel, el forro. En el fondo de mi corazón yo siento que me quedé alrededor de los 35, y no logro acostumbrarme a que me hablen de usted o me digan “señora” y la cosa es que soy una señora y me veo como tal, es lo que es. Entre el calor, el estado del mundo y el pretexto de mi cumpleaños, decidí abandonar Valencia por unos días, cerquita, con la esperanza de no oír, leer o enterarme de las tragedias que acechan al mundo. El gusto me duró media hora a lo mucho. En primer lugar, el calor, que si bien no derrite, sí evapora lenta y constantemente. Con temperaturas de alrededor de los 35º centígrados en la sombra es difícil funcionar. Luego, las noticias. Sin prender televisión o radio las conversaciones en la calle me mantuvieron al tanto de todo lo que nos da vueltas por la cabeza: Desde el cambio climático hasta la posibilidad de una tercera guerra mundial, la corrupción generalizada y demás horrores contemporáneos. Como dice el dicho: no es que todos estemos en el mismo barco, pero sí en la misma tormenta.
El año que vivimos en peligro. ¿Qué les puedo yo decir? Tengo mis teorías, por supuesto, pero la realidad es que no hay de otra que checar las noticias de vez en cuando y esperar que el sentido común prevalezca. Vivimos en la era del ego, en el lado más misógino del patriarcado sin que la sororidad se haya afianzado plenamente y, el ser humano con una enorme carencia de compañía en un mundo hiperconectado. El enlace a través de plataformas es instantáneo, pero a costa de malas interpretaciones, suposiciones, adaptaciones, emojis y, con mínimas posibilidades de algún tipo de vínculo más o menos realista. Alma de dos filos que son, también unen a las masas en casos de aparente injusticia social o agravio a lo sagrado como el caso del capricho veneciano de Bezos con Lauren Sánchez. Qué cosa. No quiero parecer mezquina ni envidiosa porque no fui invitada, pero ¿en estos momentos un despliegue de materialismo y vulgaridad de ese tamaño? Alquilar una de las plazas más importantes de la ciudad se les hizo fácil, su derecho o algo, y aunque el gobierno estuviese dispuesto a aceptar, la presión de los ciudadanos pudo más. El dinero no compra todo, aunque así parezca, tal vez por ello la tendencia política de muchos jóvenes se está inclinando rápidamente hacia la ultraderecha, el individualismo, la ley del más fuerte. Trump y sus compinches son un ejemplo muy atractivo: Hacen lo que quieren, no rinden cuentas, no respetan leyes y lo de menos es llevarse a medio mundo entre las patas. ¿Podemos seguir hablando del Sueño Americano? Porque a veces tengo la impresión de que eso se quedó hace muchos años atrás, ¿o será que mi sueño americano tenía de fondo a los Beach Boys? Las mujeres, por ejemplo, ¿cómo es posible que su cuerpo y cuidados sea controlado por hombres blancos que no tienen una idea del significado de ser mujer, sus necesidades, conflictos?, no sé. Es como si se hubiese puesto en marcha una cuenta regresiva a 1955, sólo que ahora con horno de microondas o un air fryer, a escoger.